Luego de casi 80 años de controlar el precio de la gasolina, este año el gobierno comenzará a liberarlo. Varios analistas anticipan alzas de 20 por ciento o más. La reacción del público ha sido feroz. Todos los días se ha presentado algún paro para rechazar la medida.
Entiendo la molestia. El impacto en los bolsillos familiares puede ser grande. Sin embargo, considero que el aumento es apropiado. Por más doloroso que sea, la alternativa de utilizar recursos públicos para subsidiar la gasolina, es peor.
Vale la pena hacer un breve recuento para apreciar la problemática. Durante años el gobierno subsidió la gasolina que Pemex vendía a los automovilistas. Mientras que el precio al público estaba fijo, el del petróleo, el cual lo determina el mercado internacional, estaba subiendo. Es decir, el gobierno utilizó petróleo caro para vender gasolina barata.
De 2010 a 2014, esto generó una pérdida de 500 mil millones de pesos. Quienes se beneficiaron de este subsidio no fueron los más pobres -ellos no tienen coche- sino las clases media y alta.
Hace un par de años, el precio del petróleo se desplomó, lo que movió el péndulo financiero a favor del gobierno. Durante ese periodo, vender gasolina a un precio fijo aportó cuantiosos recursos a las arcas públicas. Pero ahora, gracias al reciente aumento en el precio del crudo y la devaluación del peso, el gobierno otra vez ha tenido que subsidiar el combustible.
Con la reforma energética, la forma de determinar el precio de la gasolina cambió para reflejar mejor las tendencias del mercado. Esto hace sentido. El gobierno no debe estar subsidiando a los automovilistas ni tampoco cobrándoles precios excesivos. Su papel debe ser cobrar un fuerte impuesto a la gasolina (que es de los más eficientes) y dejar que el mercado fije el precio al consumidor, tal como contempla la reforma. El problema es que la liberación del precio de la gasolina se está llevando a cabo justo cuando el precio del petróleo está repuntando.
La reforma energética no solo contempla la liberación del precio de la gasolina, también considera más competencia en su venta, lo que podría mejorar el precio al público.
Pero esto servirá de poco consuelo si el precio del petróleo continúa aumentando y de la mano el de la gasolina.
La molestia popular se incrementa por la rampante corrupción que se vive en el país.
Aún así, el gobierno no tiene dinero para volver a subsidiar la gasolina. Podría endeudarse más, recortar más el gasto, o incrementar impuestos. Ninguna de estas opciones es mejor que dejar que la gasolina cotice al precio de mercado.
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