El Presidente está solo

Ciudad de México /

No me interesa entrar al debate que Loret de Mola y Peniley Ramírez, secundados por la oposición política, económica y mediática, han colocado en el centro de la conversación pública. No me interesa porque para empezar, no tengo ninguna duda de que la información en origen viene de los servicios de inteligencia estadounidenses, que son quienes realmente han sembrado las pistas y detonado la polémica a mitad del debate sobre la reforma constitucional en materia eléctrica.

Lo que me interesa, y sobre todo preocupa, es cómo desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se ha respondido a la polémica. Si hubiera un manual de cómo no hacer las cosas, pareciera se ha seguido al pie de la letra. Tampoco sé si como dicen algunos analistas esto va a suponer un punto de quiebre en el respaldo popular al Presidente López Obrador (solo consideraría que estamos ante una crisis real cuando el apoyo baje del 50%). Pero sí hay un quiebre en la cuestión comunicativa gubernamental, pues parece que en esta segunda mitad del sexenio las espaldas del Presidente no van a poder soportar el peso de las embestidas político-mediáticas sin un equipo sólido de gobierno que lo respalde.

Y ahí sí está solo el Presidente. A la espera de lo que las encuestas de marzo reflejen sobre la polémica que ya dura más de 3 semanas (el 1 de febrero fue la primera vez que el Presidente se refirió a lo publicado por Loret de Mola y Latinus), no se puede hablar una y otra vez para el círculo rojo, ni social, ni mucho menos tuitero.

Pero la soledad no es solo en el ámbito comunicativo. La salida de dos de sus principales colaboradores, el responsable jurídico de la Presidencia Julio Scherer, y el responsable de los programas sociales Gabriel García, sobre los que hay sospechas y algunos indicios de corrupción, le dejó sin dos de sus principales operadores políticos. La salida de Jiménez Pons del proyecto estrella del sexenio, el Tren Maya, el mayor proyecto de justicia social para el sureste que enfrenta las dificultades propias de un proyecto tan grande, parece una huida hacia adelante en la que más que confiar en gente técnica y capaz, se acaba confiando en la gente que crees que no te va a traicionar, más allá de su conocimiento y capacidad para la tarea asignada.

Estos días pienso mucho en una crisis político-comunicativa que me tocó vivir durante mi última etapa en el gobierno boliviano, la del Fondo Indígena. Este fondo otorgaba recursos a las comunidades y pueblos indígenas para pequeños proyectos de infraestructura con pocos requisitos burocráticos (similar a los créditos a la palabra de este gobierno). Cinco años después de ser puesto en marcha, la Contraloría General del Estado (y no la oposición boliviana) descubrió irregularidades en varios proyectos, entre ellos algunos que directamente no habían sido ejecutados. La oposición, política y mediática, hizo un escándalo, y aunque al final de 1.100 proyectos solo había 30 inexistentes (el 0’27%) por un monto total de 2 millones de dólares, el sentido común de la clase media creada por las políticas públicas del propio Evo Morales les llevó a decir (medido en grupos focales) que el gobierno de Evo era igual o más corrupto que los anteriores (algo totalmente falso bajo cualquier indicador, cuantitativo o cualitativo, que tomemos para analizar el tema).

Sin embargo, esa idea quedó instalada en el imaginario de una clase media que votó en contra de la repostulación de Evo, y más adelante justificó, o cuanto menos miró para otro lado, ante un golpe de Estado que le entregó el poder estatal a una derecha asesina y mil veces más corrupta.

No pretendo hacer malabarismo dialécticos, pero salvando todas las distancias, parece claro que, hablando al círculo rojo, la clase media se está terminando de perder. La pregunta es si esos puntos perdidos van a ser compensados por un aumento del apoyo entre los sectores populares. En un escenario de polarización, y según las mediciones de Alejandro Moreno, en 2019 el porcentaje de la población que desaprobaba algo o mucho a López Obrador era del 27%, en 2020 subió al 35% y en 2021 al 36%. Moreno plantea que el porcentaje de crecimiento todavía puede ser muy alto entre los sectores apartidistas en los márgenes de la polarización, por fuera del círculo rojo obradorista, y del círculo rojo anti obradorista.

Yo no sé si el Presidente, como señalan algunos analistas que viven de los chismes de Palacio, está enojado, pero sí parece solo, cada vez más rodeado de un entorno adulador sin capacidad de autocrítica, que le empuja a cometer errores ante una oposición que no existe pero que toma oxígeno con este huida hacia adelante llena de errores tácticos, que pueden convertirse más adelante en estratégicos.

Que el #AMLOnoEstásSolo sea algo más que un hashtag de Twitter. Por el bien de todos y todas, no dejemos solo al Presidente.

@KatuArkonada


Para quien quiera conocer más sobre la polémica del Fondo Indígena en Bolivia, aquí un resumen.

  • Katu Arkonada
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