Dicen que guerra anunciada no mata soldado, en este caso el Presidente López Obrador anunció desde el 5 de febrero las iniciativas de reforma constitucional y solo estaba esperando tener la mayoría en el Congreso para pasarlas; eran tan absurdas y radicales que nadie les confirió demasiada importancia y tampoco se creía que fuera a tener la mayoría arrasadora que consiguió en las cámaras.
Los “hubieran o hubiéramos” son infinitos, el caso es que sobre la leche derramada ya no vale la pena llorar, la mayoría en las cámaras ya la tienen, aunque se haya conseguido con una cadena de trampas en todos los momentos, pero ahí está. La terrible reforma al Poder Judicial que somete la justicia a la política ya está, la terrible reforma que militariza al país en forma total y descarada está pasando y vienen enfiladas más reformas para la eliminación de los órganos autónomos, cuya función es vigilar las actuaciones del gobierno y fomentar la transparencia, haciendo contrapesos ciudadanos.
Como en un juego de escaleras y serpientes, en el Estado Mexicano hemos caído en una enorme serpiente que nos está bajando muchísimas casillas en el tablero de la democracia. Los años de lucha ciudadana, los años de lucha de la izquierda, del mismo López Obrador se están viendo borrados con estas reformas que solo buscan darle todo el poder al gobierno sin vigilancia, sin revisión, sin rendición de cuentas. Lo vamos a pagar todos, no importa a qué partido le vayas o si te vale la política, esto lo vas a sufrir, porque es la construcción del escenario perfecto para la corrupción.
Pueden hacer la cantidad de maniobras necesarias para debilitar la vigilancia a nivel institucional, pero lo que no pueden es callar a la sociedad civil organizada, éste es el tiempo para la fe en nosotros mismos, debemos más que nunca conjuntarnos para poder defendernos de manera solidaria de los abusos del gobierno. Debemos estudiar, debemos prepararnos, agruparnos, hablar entre nosotros. Pueden destrozar todo el andamiaje constitucional que se había construido con tanto trabajo para dar a la ciudadanía las garantías de cumplimiento de sus derechos fundamentales, pero no deben matarnos el espíritu ciudadano.
Vamos a exigirles todos los días, vamos a tener el dedo en el renglón, vamos a poner en evidencia las cosas que hagan mal, vamos a vigilar que a ningún mexicano le vulneren sus derechos, no callaremos frente a la injusticia, no seremos cómplices de un estado autoritario.
Pueden cambiar la Constitución, pero no los derechos fundamentales que todos tenemos. La historia nos enseña que todo tiene ciclos y que los que están arriba luego están abajo, nadie tiene la última palabra y cuando sea el momento de reconstruir la destrucción institucional que están haciendo; los ciudadanos de bien debemos estar preparados para poder poner las bases de un estado democrático que nos cuide a todos.