¿Has tenido o estás en una relación a distancia? ¿Tuviste algún “amor de pandemia” que desafió la distancia geográfica?
Cuando estudiaba para terapeuta de pareja, se debatía si las relaciones a distancia tendrían que considerarse como “verdaderas”.
Mi discurso era algo como: “Sí son relaciones de pareja PERO yo nunca lo haría, es incompatible conmigo”.
Fuerte carga de estigma e inocencia. Hoy tengo más de un año de relación con Clau, una mujer de CDMX con la que comparto un proyecto de vida presente y futuro.
Hemos recibido comentarios tales como que es menos compromiso por estar a distancia, “seguro nunca se pelean porque todo tiene que ser pasión cuando se ven”, etcétera.
Las relaciones a distancia tienen sus particularidades y por supuesto sus retos, pero también sus mitos.
Aquí algunas realidades, partiendo de que no todas las relaciones a distancia son iguales:
Distancia geográfica no es igual a distancia emocional; hay una fuerte tendencia a construir intimidad emocional.
Como sucede en todas las relaciones, es probable enamorarse de un personaje y no de una persona; el tiempo, la construcción de intimidad y compartir cotidianeidad ayudará.
“Una relación a distancia implica un autocontrol constante de la propia frustración” (Alcaide, 2019); reconocer que no siempre se podrá estar en momentos que se quisiera estar o que los planes no siempre saldrán puede ser doloroso.
Amor de lejos no está destinado a ser “felices los cuatro”, a problemas de comunicación o desvanecimiento del amor.
La capacidad de generar acuerdos dependiendo de tu tipo de relación, el trabajo personal de cada una (o), el compromiso, la confianza, los intereses en común, el respeto a espacios personales estando y no estando juntas físicamente, la creatividad, el erotismo y el principio de no violencia al resolver conflictos serán clave.
El principal acuerdo: Me cuido a mi, te cuido a ti y cuidamos a nuestra relación. Sin olvidar la dosis de feminismo que posibilita habitar al amor de manera serena, justa y placentera.
¡Que viva el amor!