Uno de los consejos para un sueño tranquilo sugiere un buen balance financiero entre nuestros ingresos y lo que gastamos. Si pensamos gastar más, necesitamos nuevas fuentes de ingreso, un plan de crecimiento, en otras palabras, hacer crecer nuestra riqueza. ¿Por qué le escribo esto?
Porque de la misma forma funcionan los gobiernos. El que entrará en funciones en dos meses no deja de señalarnos en qué va a gastar nuestro dinero: en descentralizar al Gobierno federal, en el tren maya, en becas para los jóvenes, en aumentar las pensiones a las personas de la tercera edad, en construir la refinería Dos Bocas (¡qué poético!), en las obras en el Istmo de Tehuantepec.
La llamada “gira del agradecimiento” del presidente electo añade promesas que entusiasman al asistente a la plaza, arrancan el aplauso y contribuyen a construir nuestra utopía. Pero, lo que no se observa por ningún lado es un plan que nos describa el otro lado de la ecuación, es decir, el que señala cómo haremos crecer nuestros ingresos, cómo crecerá la economía para hacer posibles todos estos gastos.
En lo que respecta a los dos problemas fundamentales del país -la seguridad y el escaso crecimiento económico-, todavía no existe un plan que señale un rumbo diferente a lo que se ha estado haciendo. No hay un contador o economista que sostenga que el simple ahorro en las secretarías gubernamentales y en los poderes legislativo y judicial pueda cubrir las promesas de todos los días. Algunos contadores son de la opinión de que el gobierno solamente podrá gastar el 10% de sus ingresos, pues el resto se destina al pago de la deuda y al gasto corriente de las dependencias.
Un gobierno dispone de fuentes de ingreso limitadas, aunque algunos lo imaginan como una fuente inconmensurable de riqueza. Sólo puede gastar lo que proviene del dinero de los contribuyentes y lo que adquiera a través de las deudas. Pero, el presidente electo ha dicho que no habrá más impuestos y que tampoco aumentará la deuda nacional. Tampoco queda claro cuáles medidas tomará para impulsar la economía. El misterio se vuelve más obscuro, cuando se tienen presente sus alegatos contra “el neoliberalismo”.
Por ello, llama la atención que ahora afirme que el país se encuentra en bancarrota. Recurrir a una expresión que se usa para referir la imposibilidad de hacer pagos a las deudas o señalar que no podremos gastar más por la sencilla razón de que no hay dinero, permite suponer que el presidente electo empieza a percatarse de una realidad financiera que no le va a permitir satisfacer todas sus promesas de campaña.
En los marcos de la política de austeridad fijada por él, hay, por cierto, un ahorro que todavía está por hacerse. Los diputados del Congreso de la Unión obtienen, conforme al nuevo portal de transparencia, una remuneración que se compone de una dieta mensual de 74 mil pesos, 45 mil de asistencia legislativa y 28 mil para “atención ciudadana”. En total, casi 150 mil pesos, 44 mil pesos más de los que cobrará López Obrador como Presidente.
Si bien es cierto, que en el presupuesto para 2019 se tiene pensado un recorte en el Congreso de más de 2 mil millones, también es cierto que esto se queda corto con lo que Morena prometió en campaña. Es sumamente elogiable que desaparezcan vales de comida, telefonía, gastos médicos y seguro de retiro. Todos aplaudimos que desaparezca el rubro de gastos de oficina y galletas por 21 millones de pesos. A todas luces es encomiable su esfuerzo por economizar. Esta era una demanda clara de los ciudadanos, que se manifestó en el voto a López Obrador.
Pero no deja de apreciarse una inconsistencia en el discurso. Cuando Mario Delgado, el jefe de la fracción de Morena en la Cámara de Diputados, asegura que por el momento no habrá reducción de las dietas, pues “aún no hay un acuerdo” y “habrá que revisar el tema de manera cuidadosa”, evita mencionar que la mayoría parlamentaria de Morena le permite cumplir al respecto sin buscar mayores consensos.
La diputada Tatiana Clouthier aclara en su twitter que el compromiso de austeridad ya se cumplió, pues en el futuro próximo el ingreso del diputado será de 91,507, pero habría que preguntarles a los electores si están de acuerdo en que su diputado obtenga esa retribución. Especialmente cuando se contemplan los resultados del trabajo que realizan.
Ante este panorama, es de esperarse que los diputados aprueben una reducción de su dieta. No es posible -parafraseando a López Obrador respecto al avión presidencial- un congreso rico con un gobierno pobre.
Por cierto, ¿alguien entiende exactamente qué es “la gira del agradecimiento”? ¿No sería la eficacia la forma lógica de agradecer a los electores?
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Laura Ibarra
Jalisco /
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