¿Sacerdotes casados? ¿Mujeres en el sacerdocio?

  • Columna de Laura Ibarra
  • Laura Ibarra

Jalisco /

Durante más de diez años impartí clases en un instituto que formaba jóvenes que deseaban convertirse en sacerdotes misioneros. La mayoría de los estudiantes venía de regiones muy distantes, rurales y pobres. Aquí en la ciudad vivían en casas propiedad de las órdenes.

La comunidad académica de este instituto era en su mayoría laica. Me agradaba mucho el trato respetuoso y amable que existía entre los colegas profesores, que distaba bastante de la “guerra académica” que es habitual en otras universidades.

Los estudiantes, casi todos muy morenos, enfrentaban no sólo el desafío de estar alejados de su familia y de su pueblo, también tenían que lidiar con libros que seguramente les debieron parecer bastante extraños. Pues la formación que el instituto les brindaba era reconocida como licenciatura en filosofía por la SEP. Así que Kant, Nietzsche y Horkheimer estaban en el programa.

A pesar de las dificultades, los resultados en el aprendizaje eran buenos. Como mi curso era sobre un sociólogo alemán de apellido Habermas, los estudiantes me identificaban como “Señorita Habermas”.

El mayor obstáculo que debían vencer estos jóvenes aparecía en algún momento de su formación: la tentación de una relación amorosa y la necesidad de satisfacer de alguna forma su sexualidad. Cuando en alguna clase aparecía el tema del onanismo, podía ver en sus caras la culpa.

Una buena cantidad de estos jóvenes terminaba por renunciar al “llamado de Dios” y prefería buscar otras opciones profesionales. ¿Por qué le cuento esto?

Porque el Papa Francisco ha abierto en estos días la discusión sobre el celibato y la posibilidad de abrir el sacerdocio al género femenino. Una cuestión loable por varias razones. La primera es que sacude a la Iglesia de la parálisis teológica en que desde hace rato vive y le ofrece una oportunidad para actualizarse y responder a las necesidades modernas de los creyentes.

La segunda es porque abre la posibilidad de poner fin a una condición que le impide a la religión católica contar con personas de gran calidad humana, que ante el obstáculo del celibato prefieren otras opciones distintas al sacerdocio.

Además, la posibilidad de que los sacerdotes en el futuro puedan conducir una vida sexual más satisfactoria respecto a los estándares culturales de nuestra época, contribuirá seguramente a disminuir la cifra alarmante de sacerdotes que abusan de monjas o de niños. Esto no es cosa menor, en los últimos años en casi todos los rincones de la tierra aparecieron denuncias contra sacerdotes por violación o abuso.

Hay que recordar, por cierto, que el celibato en la Iglesia católica no proviene de los orígenes mismos del cristianismo, sino que fue un requisito que se fue estableciendo a lo largo de la Edad Media. En la Basílica de Santa Pudenziana (Se ganó el cielo con ese nombre) se muestran a las santas Pudenziana y Práxides coronando a Pedro y Pablo. Aunque no existe la certeza para afirmar que fueron esposas o amigas de los apósteles, los historiadores piensan que ambas mujeres fueron muy cercanas a ellos. En cuanto a San Pablo, existen fuentes que señalan que tuvo una relación muy estrecha con Santa Tecla, aunque no se puede inferir si era su esposa.

Por otro lado, sería también muy benéfico que el sacerdocio abriera sus puertas a las mujeres. No existe ningún argumento teológico o racional que lo impida. La Iglesia se vería enriquecida con un talento que ahora desdeña.

Ya sé que Don Chon o Don Lupe se negarán a confesarse con una mujer (más si es joven), pero todo es cuestión de acostumbrarse. Así ha ocurrido en todos los ámbitos profesionales. Hasta en el Ejército se han acostumbrado a las mujeres.

Hace muchos años, durante un semestre viví en un hermoso pueblo en Suiza, Trogen. La pastora era una mujer joven que llevaba una excelente relación con su comunidad y atendía con gran amor a las personas de la tercera edad. Todos la apreciaba y la respetaban. ¿Por qué aquí no puede ocurrir algo así?

Así que, ¿por qué no nos vamos haciendo a la idea de que hacer el bien no es cosa de género? No veo por qué una mujer no puede desempeñar el papel de guía en una comunidad religiosa. ¿Usted que opina?

Ya es tiempo de que en la Iglesia Católica entren nuevos aires. Bien, por el Papa Francisco.

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