En 2009 publiqué un artículo con declaraciones concurrentes de personalidades reconociendo la existencia de inteligencias extraterrestres: el astrónomo en jefe del Vaticano, P. Funes afirmó: “la existencia de vida extraterrestre inteligente creada por Dios no contradice la fe”; el astronauta Edgar Mitchell, héroe estadounidense, declaró: “El fenómeno OVNI ha sido encubierto por el Gobierno durante los últimos 60 años, el incidente de Roswell (1947) fue real” y finalmente el exministro de Defensa canadiense, Paul Hellyer sustentó lo mismo. Ambos citaron “acceso privilegiado a círculos de inteligencia, científicos y militares”.
Gracias a periodistas valientes como Don Pedro Ferriz y sobre todo Maussán y otros en el mundo se ha mantenido un registro de estos artefactos y testimonios creíbles pero sin evidencia concluyente. De su parte, los gobiernos y la Academia se han empeñado en desacreditar el asunto. Ahora, cuando por fin se analiza en el Congreso americano, el público muestra indiferencia; parece ya estar convencido.
Algo sospechoso sucedió en diciembre de 2020. En una aparente treta burocrática del Congreso, al aprobar el presupuesto incluyeron un ultimátum: “se instruye al (director nacional de inteligencia) a presentar un informe en 180 días a los comités de inteligencia y de las fuerzas armadas del Congreso sobre los fenómenos aéreos no identificados”. La presión la continuó la administración Biden y un Congreso unido. De ahí surgieron este año tres célebres “whislteblowers”:un exoficial de inteligencia y dos pilotos militares confirmando, en audiencias oficiales bajo pena de perjurio, la captura de artefactos extraterrestres estrellados y de alienígenas. Coincidentemente, desde la Academia, el prestigiado astrofísico de Harvard, Dr. Loeb, lanzó la tesis de que el asteroide Oumuamua (2017), sería en realidad un naufragio alienígena.
Pero aún no llega el reconocimiento oficial de ningún gobierno ni de la Ciencia. Costó siglos romper el dogma geocentrista, ahora falta romper el dogma antropocentrista que amordaza a las Ciencias: la admisión de que la humana no es la única inteligencia en el Universo.La Exobiología está reducida a buscar meros microbios extraterrestres.
Lo inexplicable es por qué hasta ahora el Congreso estadounidense resulta que sí puede forzar al Pentágono y agencias secretas para revelar lo que ocultan hace al menos setenta años tras el pretexto de la “seguridad nacional”. Solo cabe especular que el Pentágono quiere aumentar su gasto al tiempo que otra parte se resiste pues estarían reconociendo que los billones de dólares de impuestos invertidos en programas no auditables de retroingeniería exótica de poco han servido. Si tales inteligencias poseen una tecnología tan superior, la suya resulta tan primitiva como la de lanzas y flechas. Peor aún, equivale a aceptar que no pueden asegurar su propio espacio territorial donde pasean impunemente esos artefactos misteriosos. Del lado de las inteligencias extraterrestres no muestran interés en los humanos salvo quizás para experimentar. Su intenso tráfico aéreo solo se explicaría si este planeta les sirve para el reabastecimiento o para la explotación de recursos que desconocemos. Si ha habido algún contacto oficial supondríamos ha sido para advertir de no ser obstaculizados o atacados –ningún gobierno se ha atrevido- pero, sobre todo, para impedir el uso de armas nucleares por su interés de no arruinar una fuente de recursos valiosa para ellos.