Sin Temor a Dios

  • ¡Ahí Les Voy!
  • Leonardo Schwebel

Jalisco /

Cuando el cardenal de Guadalajara afirma que muchos criminales han perdido el temor a Dios y viven en la impunidad, no es una frase religiosa: es un diagnóstico político. Y, al mismo tiempo, es la prueba de cómo en Jalisco lo político y lo religioso se cruzan sin pudor. Lo hemos dicho: el cardenal manda mensajes políticos mientras los políticos se dedican a mandar mensajes religiosos. 

Pero vale la pena detenernos en la frase. ¿Qué significa que ya no teman a Dios? Significa que se rompió algo que durante generaciones funcionó como un freno moral. Muchos crecieron bajo la idea de que había límites, que había consecuencias, terrenales o divinas. Ese andamiaje se ha ido desmoronando. La pregunta es inevitable: ¿qué está pasando con los valores con los que crecieron miles de familias?

Y luego viene la otra parte: la impunidad. Aquí no hace falta ningún sermón. Basta revisar las cifras. En Jalisco, quien la hace casi nunca la paga. Dicho en lenguaje llano: al criminal ya no le importa nada. Camina a la deriva con la seguridad casi absoluta de que no le va a pasar nada. Ni Dios lo castigará mandándolo al infierno, ni la justicia terrenal lo mandará a la cárcel.

Ese es el punto central. Mientras no haya detenciones, mientras no haya condenas, mientras el sistema siga administrando excusas en lugar de resultados, ellos seguirán yéndose por la libre. Ahí está el dato que soltó el encargado de anticorrupción: 160 investigaciones pendientes en el Poder Judicial. Súmele ese ingrediente y aparece el tercer factor de esta mezcla explosiva: criminales que no temen a Dios, criminales que no temen a la ley… y un sistema que, aun cuando detiene a alguien, suele quedarse a medias.

No es sólo un discurso. Es parte de la realidad cotidiana de Jalisco. Y, más allá de los buenos deseos, hay raíces profundas: familias desintegradas, hogares disfuncionales, valores fracturados.

Otro factor, prácticamente olvidado hasta en la narrativa, es el aumento en el consumo de sustancias tóxicas. Cada vez hay más niños que prueban estas drogas y, a la larga, pueden terminar en el territorio más oscuro: el de la crueldad. El diagnóstico está ahí. La pregunta es si alguien, más allá del púlpito o del atril político, piensa hacer algo con él.


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