La política del enojo en Estados Unidos

  • Tercer Grado
  • Leopoldo Gómez

México /

Si algo define nuestra época, es la incertidumbre y la falta de claridad para vislumbrar el futuro. La irrupción de los movimientos antisistema nos tomó por sorpresa y todavía no sabemos cuál será su desenlace. Así como casi nadie previó el triunfo del brexit o el de Trump, hoy es difícil anticipar el destino de la Unión Europea o el resultado de las próximas elecciones en Estados Unidos.

Con una economía en plena expansión y una baja tasa de desempleo, no vista desde los años sesenta, el ánimo de los estadunidenses tendría que ser óptimo para la reelección de Trump. Y, sin embargo, los electores están tan enojados y confundidos como antes de la pasada elección presidencial.

Según la más reciente encuesta de NBC News/Wall Street Journal (25/08/2019), a 7 de cada 10 estadunidenses les molesta que el sistema político solo beneficie a unos cuantos. Y casi 60% se siente ansioso e inseguro por la situación económica.

Tal es el desencanto que, según una serie de encuestas de Gallup, el socialismo ya está mejor evaluado que el capitalismo en algunos segmentos. Si bien no lo asocian precisamente con la propiedad estatal de los medios de producción, sino con una red social más amplia y con mayor igualdad, entre quienes se inclinan por el socialismo están los jóvenes y los simpatizantes del Partido Demócrata.

Por ello no sorprende que, además de Joe Biden, la lucha en las primarias demócratas esté liderada por la izquierda de Bernie Sanders y de Elizabeth Warren.

Así, la elección presidencial podría darse entre la derecha de Trump y la izquierda demócrata. Todo animado por el desencanto social y la falta de confianza en el porvenir.

El dilema para los demócratas es este corrimiento hacia la izquierda, pues aunque guste a una parte de sus simpatizantes, podría alienar a quienes se ubican más en el centro y no se identifican con algún partido. Y eso puede inclinar en su contra el fiel de la balanza electoral.

En estas condiciones, cualquier pronóstico resulta ocioso. A poco más de un año de la elección, lo único cierto es que las coordenadas que solíamos usar para definir escenarios futuros ya no tienen vigencia. La impredecibilidad es el sello de nuestros tiempos. 

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