'Variantes del crepúsculo', orgía de gozo por las artes

Ciudad de México /
Ligia Urroz y Alfredo Campos Villeda durante la presentación de Variantes del crepúsculo en la FIL Coahuila. Roberto Alanís

Con un maravilloso prólogo del gran Jordi Soler, Alfredo Campos nos abre el apetito para leer Variantes del crepúsculo. Alfredo es un ser de múltiples facetas, con una cultura que envidio. Viaja con maestría del periodismo a la literatura —ya sean novelas, ensayos o biografías de autores—, de la pantalla grande al rock matizando sus prismas con el amor profundo hacia lo francófono.

Uniformado de fusilero, Alfredo nos regala —si me lo permiten— una “orgía”, la fiesta de gozo por las artes. Alfredo pone en papel un mundo Borgeano, irónicamente una Babel ordenada y es que casi como los hipertextos, nos llevan de dimensión en dimensión a diversos planos de temas, colores y notas.

Comparto con él varios amores: Dante y su Divina Comedia (nos decantamos por el infierno), Marguerite Yourcenar, la poesía, la gran Comedia Humana y Honoré de Balzac, el rock y los dioses de la guitarra.

Letras del papel al ciberespacio

Desde el primer texto, “Cortázar de juventud”, sabemos que quedaremos prisioneros de la manera de contar de Alfredo, de su sinceridad al relatarnos que, de entrada, prefirió los cuentos que la novela Rayuela de Cortázar. Con deleite traspasamos con él de la dimensión de la literatura a la cinematografía, bien lo leemos así con Anton Chéjov y su Dama del perrito y Ojos negros de Nikita Mijalkov. Nos habla de su colección de libros perturbadores: La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa; Ensayo sobre la ceguera del enorme José Saramago; Los cantos de Maldoror, de Lautréamont; Crimen y castigo, de Dostoievski; David Copperfield, de Charles Dickens.

Nos habla del acto elegido de leer, lo cito pasando por los ojos de Kadaré y Esquilo: “leer o releer es un acto escogido, y si el momento no es oportuno, hay que intentarlos más tarde”.

Me dieron ganas de abrazarlo cuando en “Lecturas de mamá” nos cuenta del deceso de su madre y de sus inclinaciones literarias: Wislawa Szymborska, Alberto Moravia, Guillermo Cabrera Infante, José Ortega y Gasset y Manuel José Othón.

Alfredo nos receta una dosis de humor al establecer el símil entre los dinosaurios y los editores profesionales de diarios y revistas impresas al apuntar que éstos últimos también se van a extinguir. Platica acerca de lo sexy que deben ser las cabezas de las notas para que se vendan bien.

Con una pluma ágil y madura nos relata en el texto “El Nobel al periodismo” la asignación de dicho galardón a la periodista Svetlana Aleksiévich pasándolo por el matiz de otros maestros en el oficio: Carlos Monsiváis y Gabriel García Márquez. También distinguimos la fina línea entre periodismo y literatura, por ejemplo esa que hay en el gran Vicente Leñero. Abre el interesante debate de los 140 caracteres en su texto “Twitter, aforismo y haikú”.

En su prosa adictiva, Alfredo nos da un perfil múltiple e interesante de Cleopatra, combinando la investigación con las estampas cinematográficas.

En “Sicarios”, utiliza con ironía la traducción del nombre de Rubén Blades, blades, y habla con maestría de la lengua acerca de la historia de los asesinos a sueldo y vuelve a la literatura al traer a cuento a Fernando Vallejo y su novela La virgen de los sicarios.

Autores, cartas y epitafios

La puerta de entrada a este magnífico lugar del libro es José Saramago y su genial Caín, quienes hemos acudido y seguimos asiduos al gran autor, recordamos con risas alegres la ironía y el descaro de la obra de un genio y, visto desde los lentes de Alfredo, queremos volver a su lectura.

Carlos Fuentes, Octavio Paz —quien es omnipresente para Alfredo— y su relación con José Emilio Pacheco, Gabriel García Márquez y su inseparable escritura periodística y mágica, Vargas Llosa y su Fiesta del Chivo, Goethe el poeta enamorado son algunos de los protagonistas de este capítulo. La correspondencia amorosa entre Ingeborg Bachmann y Paul Celan revela la dificultad de los amores prohibidos. La inmensa poética de Rilke seguida por loas a la espalda femenina nos deja con hambre de amor poético. Nos habla desde la rata de Günter Grass y extrapola magistralmente la violencia de hoy en día con las formas de morir en la literatura de Shakespeare.

Y es que Alfredo tiene en su cerebro puertas de mil colores que se abren y cierran a la velocidad de la luz; por ejemplo, al morir el gran Ernesto Sabato, nos regala un texto maravilloso de la muerte de la madre de Jorge Luis Borges y desde ahí diserta si en realidad el poeta existió o no.

Me gusta la manera que tiene de sembrarnos en la mente las ganas de seguir leyendo o de jalarle el hilo a la madeja, por ejemplo, cuando nos relata acerca de la relación epistolar entre Tolstoi y Turguénev y quedamos con hambre de ir por la correspondencia de León Tolstoi, publicada por Acantilado.

Ecos francófonos

En el capítulo “Ecos francófonos”, Alfredo nos confiere el amor que permea en sus lecturas francesas: Marguerite Yourcenar y su enorme novela Las memorias de Adriano, Prévert y su poesía, Sade y su literatura desde la cárcel, Le Clézio y su homenaje a Nezahualcóyotl, Honoré de Balzac y la negativa de la Academia Francesa de darle un asiento, Descartes y su probable muerte por envenenamiento, Verlaine y el desamor, Baudelaire y su menosprecio por Víctor Hugo, Julio Verne y la indignación del fusilero de que los franceses lo consideren un escritor menor, no sin antes sorprendernos con la desconocida existencia del relato “Un drama en México”. Kundera y sus traducciones, Kadaré y su alma de rapsoda.

Pantallas, trazos y pixeles

Los amantes del cine y de la literatura se regocijarán con este apartado puesto que conjunta el lenguaje literario con el cinematográfico. El capítulo abre con un texto sobre el filósofo Baudrillard y su tesis de que en el mundo posmoderno no hay realidad, sino un simulacro de ella, una especie de realidad virtual esculpida por los medios de comunicación y lo llama profeta de la Matrix.

Para Alfredo, Avatar es Julio Cortázar, el gran cronopio homenajeado por Cameron. Y en su apartado “La inoculación” nos habla del sembradío de ideas de Cioran y Kundera y del filme Inception. Discute acerca de las diferencias irreconciliables entre el discurso literario y el cinematográfico, si bien, al hablar de cine, hace un recorrido por los textos en los cuales se finca. Uno de sus ejemplos, El Planeta de los simios, muestra cómo según el director y su adaptación del texto literario resultan una joya o una pérdida de tiempo en la sala de proyección. Si de series de televisión se trata, nos remite a uno de mis peores miedos: la claustrofobia, y señala que en Lost, The Walking Dead y Bates Motel “los demonios de la claustrofobia están de fiesta en la televisión”.

De la pantalla salta a la pintura, regalándonos fusilerías de Diego Rivera —mencionando a Dr. Atl y a Siqueiros—, de Cuevas y sus autorretratos, Dalí y sus ilustraciones a Los cantos de Maldoror, Carrington y el surrealismo que libera. De la pintura a las grandes Magdalenas: Marlene Dietrich, Mónica Bellucci y Magdalena Rogel Nava.

El rock y otros demonios

De la pantalla grande, nos lleva de la mano a uno de mis capítulos favoritos: el musical, donde Alfredo también es un máster. Abre esta maravillosa sección con los dioses de la guitarra: Ritchie Blackmore, Jimmy Page y Eric Clapton, dándole a la nota perfecta que nos acerca a nuestros ídolos. Santana es otra figura que no puede faltar entre los dioses de la guitarra, ni se diga el enorme poeta, el Rey Lagarto, quien cruzó las puertas medievales de la percepción. Nos convoca a pensar en aquellos grandes que fueron tomados por la mano de la parca mientras dejaban inconclusos trabajos por los que ahora salivaríamos: Morrison, Italo Calvino, Albert Camus y Sor Juana.

Se nota que el fusilero tuvo sus épocas metaleras y nos escribe un texto muy bueno acerca de Iron Maiden. Freddy Mercury y su obra total u obra concepto es materia del libro que se presenta hoy. Hace un recuento —en primera persona— de Deep Purple. Encontramos a Alfredo hablando con él mismo acerca de sus ídolos y luego nos presume su edición limitada de superlujo que fue acuñada bajo el sello de Warner Music seguido del origen de Kiss Army y cuatro décadas de Kissmanía.

Es asombroso cómo el fusilero saca intertextualidades en un universo de notas y letras, por ejemplo, en el texto “Blake y el primer Hotel California”, quisiéramos que su nota se extendiera como ese solo final de Eagles y siguiera traspasándonos las venas con sed dionisiaca.

Hermoso es el homenaje a Édith Piaf y nos traduce sus decires y cantares, relata historias necrofílicas a partir de un bolero y quisiéramos seguir leyéndolo. “Un fantasma del Concorde” es una gozada, un cuento de despertares y coincidencias donde la memoria es la protagonista.

Palabra de carbono 14

En este apartado, el autor nos explica las pareidolias faciales que nos hacen interpretar estímulos procedentes del exterior, las flores, que desde tiempos ancestrales se utilizaban para lo mismo que en la época actual. Enamorado de la diosa Venus, tallada en marfil de mamut.

No deja atrás el abrazo al momento de morir; una pareja en Pompeya —nos trae el gran poema de Pacheco— y el abrazo de dos dinosaurios, sepultados en batalla, el mítico unicornio como protagonista de versos, canciones y mitologías.

Hasta que leí Variantes del crepúsculo me enteré de la existencia de animales colosales encontrados en la Argentina: el Argentinosaurus huiculensis y el Gigantosaurus carolini. Alfredo podría hacer deliciosas las noches de lectura de padres a hijos.

Leer a Alfredo es vivir en sinestesia a cada hoja; escribe y provoca olores, estampas, música, risas, melancolías y recuerdos. Variantes del crepúsculo se puede leer en desorden, empezar por cualquier capítulo y saltar como si fuese una rayuela: hoy quiero literatura, mañana cinematrografía, pasado rocanrol.

Alfredo querido: tengo el presentimiento de que nuestras letras

coquetean... y se han enamorado irremediablemente. 

Ligia Urroz*

*Escritora. Autora de las novelas Somoza y The Wall.

  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
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