Bitácora de viaje

Ciudad de México /

Quienes hemos tenido el inmenso privilegio de trasladarnos de un lugar a otro —generalmente distantes— y nos asombramos de las similitudes, pero sobre todo, de las diferencias de acentos, maneras e idiosincrasia de los lugareños, comprendemos que viajar es una escuela. Y es que no sólo se puede hacer de manera física sino abriendo las páginas de un libro donde no necesitamos visados ni pasaportes para pensar en otras cabezas y aprender de la vastedad de la condición humana. Los viajes también son una búsqueda y nunca se regresa igual de ellos.

En 1716 Lady Mary Wortley Montagu escribió Cartas desde Estambul, un libro de epístolas (58 cartas) donde describe los espacios íntimos y más recónditos de la sociedad otomana del siglo XVII. Además de ser escritora, gestionó y promovió la vacuna contra la viruela en la Gran Bretaña y en Europa Occidental. Leyendo sus escritos podemos acceder a un mundo reservado sólo para unos cuantos. 

Salvador Novo fue un poeta y cronista de la Ciudad de México. También fue un viajero y observador sagaz. Entre 1922 y 1940 escribió textos en prosa que fueron publicados como artículos periodísticos y el Fondo de Cultura Económica los compiló en dos volúmenes titulados Viajes y ensayos. Son textos imperdibles para conocer la mirada de quien viaja y su búsqueda particular. 

Paul Bowles en su novela El cielo protector, publicada en 1949, externa su necesidad de vivir como un nómada. La historia cuenta las vicisitudes de una pareja que recorre el desierto del Sahara y al mismo tiempo descubre sus desiertos interiores, lo que sobreviene en la mente del hombre al sentirse fuera de su tierra, en un lugar extranjero. 

En 1957 Jack Kerouac escribió En el camino. Es el libro de referencia de la Generación Beat —donde cuenta la leyenda— que fue escrito en un rollo de papel continuo en una sola noche bajo el influjo de la bencedrina. Kerouac cuenta sus viajes entre México y Estados Unidos acompañado de su amigo Neal Cassady en búsqueda de sentido y espacio.

Después de un ictus cerebral a los 58 años, John Steinbeck decidió recorrer Estados Unidos con su perro Charlie. A su regreso publicó Viajes con Charlie en busca de Estados Unidos (1960), una mezcla de ficción y realidad que es una oda a la libertad.

Bruce Chatwin quemó todas sus naves y dejó su trabajo en el Sunday Times Magazine para emprender un viaje de vida a la Patagonia. Cuando volvió en 1977 escribió su libro En la Patagonia. A partir de entonces se dedicó a viajar y a escribir acerca de sus periplos hasta que lo alcanzó la muerte. 

Y es que distintos escritores nos han regalado asombros y fascinaciones en sus bitácoras de viaje, fantasías, ensueños y espejismos en sus novelas. Herman Melville y su Moby Dick, Julio Verne y sus Veinte mil leguas de viaje submarino, Joseph Conrad y su recorrido por el río Congo en El corazón de las tinieblas son muestra de ello. Para viajar en esos vehículos no se necesitan documentos ni equipaje, sino una mente ávida y abierta.


  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
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