La mitigación de los contagios por el virus del SARS-Cov 2 promete un retorno relativamente pronto al trabajo y las escuelas, lo que representa un respiro para muchas mujeres que desde marzo del 2020 tuvieron que adaptarse al teletrabajo y al reto de combinarlo con las responsabilidades domésticas y de cuidados de hijos y otros familiares.
Ya desde el 2018, la revista académica PNAS advertía en un artículo firmado por Erin A. Cech y Mary Blair-Loy, que en EUA (país considerado desarrollado) el 43% de las mujeres dedicadas a la investigación en las áreas de Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM) se ven forzadas a disminuir su carga laboral o abandonar su carrera tras el nacimiento de su primer hijo. A diferencia, los hombres sólo representan un 23% de los casos.
Esto indica que la carrera de las mujeres se ve comprometida cuando deciden ser madres, debido a la construcción social de la identidad femenina asociada al cuidado, la reproducción de la vida y la administración del hogar.
El trabajo doméstico no remunerado y el impacto de la pandemia y las medidas de confinamiento en las mujeres han sido factores clave para comprender la disparidad de género existente. Son indicadores de la escasa implicación de los varones en las dinámicas del hogar.
En abril del 2020 la bióloga Roni Wright, investigadora genetista de la Universidad de Barcelona, señalaba que en el marco de las medidas de confinamiento, su marido se encerraba en el estudio de su casa a atender teleconferencias, mientras ella se instalaba en la cocina a escribir sus artículos y despachar la comida de sus tres pequeños y demandantes hijos, sin poder concentrarse del todo.
“Estoy fallando como investigadora y madre”, rezaba el título de la nota que consignaba su testimonio. La pandemia reveló la vigente disparidad de género en pleno siglo XXI, incluso en sociedades como la norteamericana y la europea, donde la división sexual del trabajo pareciera superarse.
De acuerdo a la CEPAL, las mujeres mexicanas suelen dedicar casi 40 horas semanales a trabajo no remunerado en el hogar. Esto representa un 70% del tiempo en función de la pareja, por lo que los varones destinan tan sólo un 30%.
Se calcula que el valor del trabajo femenino no remunerado equivale al 23.3% del PIB Nacional, según datos del INEGI (2018).
Un estudio reciente publicado en la Revista Mexicana de Sociología, realizado por las investigadoras Nathaly Llanes y Edith Pacheco del Colegio de México, señala que de una muestra de 1073 mujeres que son madres de hijos en edades entre los 0 y los 12 años, el 80% tiene trabajo asalariado, y entre la cuarta y la séptima semana de la Jornada Nacional de Sana Distancia invirtieron en promedio 600 minutos al día en labores tales como: limpieza de la casa, compra y preparación de alimentos, pago de servicios, organización de actividades y aseo de los hijos, apoyo emocional y acompañamiento en tareas escolares.
Las autoras concluyen que durante la pandemia se agudizó la incompatibilidad entre las obligaciones remuneradas y las labores domésticas y de cuidado.
La paralización de las actividades escolares en el marco de la contingencia, mostró la incipiente repartición de las responsabilidades en el espacio privado. El regreso a las oficinas y escuelas tras la mitigación de los contagios permitirá que las mujeres retomen su vida profesional sin una sujeción drástica a lo doméstico y al cuidado de terceros. Pero lo cierto es que la disparidad seguirá siendo una tarea pendiente mientras se siga concibiendo al hogar como obligación femenina.