Las comparaciones son odiosas.
Recientemente en el juego de Guadalajara contra los Tigres, Boy y Gignac, azuzados por la prensa, se hicieron de palabras. Ambos son temperamentales; a mí me consta de Boy. Y Gignac se la pasa todo el juego protestando y gritando, lo cual no es una virtud.
La prensa y la afición tratan de compararlos, lo cual no es posible. Tomás Boy fue un gran jugador, que distribuía balones y metía goles, que colaboró en los campeonatos de los Tigres y Gignac es un campeón goleador; ambos son importantes. Igual sucede en Europa, donde Cristiano es el mejor jugador del mundo, porque “Messi es de otro planeta, pero Cristiano solo es el mejor goleador” (según dijo Piqué). Todos quieren emular a Pelé, que era jugador y goleador (mil 284 goles y tres campeonatos mundiales).
Los prietitos del arroz de ambos jugadores, que deben dar el ejemplo, son que Boy no controla su pasión, lo cual a veces puede ser una virtud, pero también un defecto; y Gignac no controla la boca, pues habla de más. Ambos deben corregirse para que los jóvenes y niños que aman el futbol, los sigan conservando como ídolos ejemplares.
Descartes: Pienso, luego existo… Para mí el futbol es arte y ciencia, y ejemplo para la juventud. Ojalá lo entiendan los técnicos y jugadores.
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