El orgullo de ser padre

Ciudad de México /

La genética, fuente del amor.

Al margen de que no me gusta utilizar fechas para conmemorar actos amorosos en su entraña profunda y verdaderamente importante, he logrado adaptarme a recordar la figura del padre, porque forma parte importante en la tradición, que se ha ido perdiendo, de ser el patriarca y jefe de la familia, y sobre todo el consejero digno de ejemplo y solícito para servir, comprender, aconsejar y dar esa gota, única e indestructible, de la transmisión de la génesis del amor y el respeto.

Ayer se celebró el Día del Padre y ahora que la sociedad lucha por hacer coexistir la paridad de importancia entre la mujer y el hombre, en la familia, yo creo que ambos tienen funciones distintas en lo que es la estructura del concepto social del amor hecho concertación y de virtudes y defectos, pues desde los grupos colectivos más primitivos cada quien ocupa su posición estratégica en el arte-ciencia del vivir.

Ser padre y madre son dos cosas distintas. La madre tiene, en su misma entraña, la transmisión genética viva y la figura paterna, la fuerza y el respeto al quehacer humano, basado en el amor y en la firmeza, en los vaivenes positivos y negativos que la vida nos proporciona.

La madre, que es diferente desde el punto de vista cerebral, es más intuitiva y tiene muchas otras capacidades distintas, como su entraña primaria y el cuidado de sus hijos. Esto se practica en todo el reino animal, pues su estructura cerebral tiende a aconsejar, cuidar y ser el núcleo hogareño de la familia, todo con base en el amor y en la protección.

El hombre, por su naturaleza, es más fuerte físicamente, aunque la concepción materna está más arraigada al cuidado y la paterna al consejo y a la protección física, y también al ejemplo, así como por tradición a la transmisión del apellido, que en algunas partes ya se ha perdido.

Así, ayer festejamos el día del amor compartido, con la ternura femenina y el consejo paterno, con lo que se conserva la unidad amorosa y proteccionista de la familia.

Descartes: Pienso, luego existo… Gocemos a ambos, padre y madre, porque se adelantan a nuestro final. Sigamos su ejemplo y tengamos su capacidad de perdón. Queramos al papá todos los días, igual que a la madre, pero diferente.


  • Luis Eugenio Todd
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