La importancia de la ciencia

Ciudad de México /

El CIDE, mal ejemplo.

Yo he vivido ya muchos años y he visto pasar varios presidentes, cada uno con características individuales diferentes, y siempre me he preguntado por qué, desde la época de Echeverría, en que se fundó el Conacyt, con el 0.3 del PIB, ese porcentaje no ha aumentado más que a 0.4 y no hay mucho compromiso con la empresa privada, como sucede en Japón y Corea del Sur con el desarrollo científico y tecnológico, y sobre todo con la incorporación de patentes que aumentan el valor agregado de nuestros productos y podamos así entrar a la competitividad internacional.

Durante todo ese tiempo he visto presidentes con dejos patrióticos, como Echeverría; o culturales, como López Portillo; o austeros, como De la Madrid; o brillantes en la economía, como Salinas y mediocres como Fox; pusilánimes como Zedillo; impredecibles como Calderón y ostentosos como Peña Nieto; pero el olvido a la ciencia ha persistido y el país ha sobrevivido por su cercanía a Estados Unidos y por el comercio internacional que produjo Salinas.

Sin embargo, nadie ha aumentado el porcentaje para investigación y ahora hasta el CIDE, que era una institución de la cual nos sentíamos orgullosos por su seriedad, está bajo asedio de una mujer que quiere quedar bien con el Presidente y que desea integrar la ciencia a la 4T, como si esto fuera posible.

Este tema, en el que me he involucrado casi siempre, pues fui miembro fundador del Conacyt, no se me ha aclarado con hechos y siempre pongo el ejemplo, que nadie me hace caso, de que Corea del Sur hace 40 años tenía igual ingreso per cápita que México y nuestro país sigue tratando de alcanzar ese parámetro, arriba de 10, mientras que el país oriental tiene muy cerca su PIB del de Estados Unidos; o sea, de la nación más poderosa económica, política y militarmente del mundo, todavía.

Ahora, en mi trayectoria, encuentro un Presidente que no conozco como a los otros, pero que observo sus hechos y lo veo históricamente impregnado del siglo XIX y un poco del XX, y deseoso de acabar con la pobreza, lo cual comparto, pero con problemas de personalidad y de análisis psicológico que, consultado con psiquiatras expertos en el tema, señalan que su personalidad está desubicada de la realidad y eso es una enfermedad que la tiene mucha gente, pero que en este caso impacta a toda mi nación, porque no hay que olvidar que México es nuestro, no del Presidente, ni de los barberos que están allí queriendo conservar el poder.

Y este señor, que por alguna razón atávica odia el conocimiento y la ciencia de la cual deriva, califica a los becarios como vividores y a los científicos como explotadores, y seguramente al CIDE como un estorbo. Pero se olvida que sin ciencia no hay desarrollo y el ejemplo de Corea del Sur es impresionante. Agregamos Japón, Suecia, Francia y sobre todo Estados Unidos, que produce más de 30 mil patentes al año, mientras que nosotros solamente 200, y que las universidades mexicanas no reciben apoyo para ese tema de la investigación científica. Esa es mi experiencia y la comparto, y me da tristeza porque el tiempo es mi peor enemigo.

Descartes: Pienso, luego existo… Repito: pienso, investigo, produzco lo que creo y luego existo. Ese aforismo no es nuevo; es tan antiguo como la humanidad moderna, que proviene desde Arquímedes.

Luis Eugenio Todd

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