El efecto expansivo, corrosivo y difuso de la 3P

  • columna de Luis Felipe Guerrero Agripino
  • Luis Felipe Guerrero Agripino

Ciudad de México /

En su libro, La revancha de los poderosos, el autor venezolano Moisés Naím, destaca la prevalencia de los dirigentes políticos, en el siglo XXI, para utilizar tres mecanismos para la adquisición del poder, cuya integración denomina “la 3P”: populismo, polarización y posverdad. Ubica esa proclividad, como un fenómeno dañino de nuestro tiempo, no exclusivo de un país, continente o región, sino como una tendencia mundial. Tampoco limita ese fenómeno a corrientes de izquierda o de derecha, sino a ambas, incluyendo todos los matices ideológico-políticos habidos y por haber.

La apreciación de Naím nos sugiere hacer una exploración más amplia del fenómeno. Para ello acudo a lo que, hace varias décadas, aportó el gran filósofo, historiador, sociólogo y psicólogo francés Michel Foucault. Para Foucault el poder no es una sustancia, sino un ejercicio que no sólo se circunscribe en el poder estatal ni en las clases dominantes, sino que adquiere dimensiones más generales y difusas. Se expande en todo el tejido social.

La apreciación del poder desde Foucault, junto con análisis sociales de otra índole, nos conducen a un entendimiento del poder en diversas dimensiones, no todas malignas, pues forma parte de la esencia humana y de la dinámica social. Incluso, desde una perspectiva positiva, la adquisición del poder puede llegar a otorgar mayores espacios de libertad y realización de las personas, en lo individual y en lo colectivo. Muestra de ello es la concurrida expresión empoderamiento, mediante la cual se ponen de manifiesto las acciones y estrategias tendentes a otorgar mayores espacios de realización y oportunidades a grupos o sectores históricamente vulnerables y desprotegidos, así como a personas específicas. Este tipo de tendencias inciden en el cierre de brechas y rezagos históricos y, también, propician mayores espacios de justicia, igualdad, inclusión y equidad.

La nocividad está en el abuso del poder en diversos ámbitos: el político, el estatal y en variados sectores que componen el tejido social, acudiendo al populismo, la polarización y la posverdad.

Mediante el recurso del populismo, se busca la satisfacción de las expectativas masificadas, aunque sean irracionales o irrealizables. Eso no importa, lo importante es quedar bien, que se diga lo que la gente quiera escuchar, aunque sean sandeces.

Se acude a la polarización para ubicarse en la posición buena, favorable, en contraposición con lo malo, lo negativo, que está en el lado opuesto. No es conveniente asumir matices ni reconocer bondades o ventajes que se encuentran en el otro extremo; mucho menos se puede asumir la autocrítica.

La posverdad como negación de la verdad susceptible de verificarse. Se desestima cualquier dato, evidencia o información certera que vaya en contraposición con la verdad construida, inventada, porque es la que conviene. Naím refiere que, incluso, la posverdad va más allá de la simple mentira, pues de lo que se trata es de “… enturbiar las aguas hasta hacer que sea difícil distinguir entre la verdad y la falsedad”.

Las tecnologías de la información y comunicación, así como las redes sociales, se convierten en los medios idóneos para darle rienda suelta a la 3P, en muy variados ámbitos: desde quienes detentan o pretenden detentar el poder político, hasta grupos, sectores, pasando por determinados medios de comunicación, así como personas en lo individual con perversas intenciones, aunado a un ansia desmedida de notoriedad. Lástima que ya no esté Foucault para que ofreciera, en nuestros días de inteligencia artificial, un mejor entendimiento de estas tendencias y expresiones, sobre todo como psicólogo.

La 3P que integra Naím da para análisis de casos y fenómenos específicos. Un fenómeno a destacar es el populismo punitivo: atraer a la colectividad bajo el discurso fácil, ligero, enfermizo y nocivo, para incitar y acudir al poder punitivo estatal de manera extrema con la idea de, así, erradicar la violencia y la delincuencia. No importan las evidencias que dan cuenta de lo fallido que resultan estrategias derivadas de ese discurso, y de los daños colaterales que se ocasionan, lo importante es quedar bien. Se trata de un fenómeno que mucho daña a la sociedad. Pero de eso luego hablamos.


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