Cuenta la leyenda: un campesino se encuentra con la peste y le pregunta: “peste, ¿para dónde vas?” Y la peste le responde: “voy para Bagdad a matar a 500 personas”.
Días después, vuelven a encontrarse y el campesino le dice a la peste: “peste mentirosa, me dijiste que ibas a Bagdad a matar a 500 personas y mataste 5 mil.
Y la peste le responde: “efectivamente, yo maté a 500 personas. Las demás se murieron de miedo”.
¿Cuántas personas morirán por el coronavirus? ¿Cuántas por el miedo y el pánico generado a través de autoridades gubernamentales y medios de comunicación?
Fuera de China, el coronavirus tiene una letalidad del 0.7%. De cada mil casos, mueren 7. El 99.03% de los infectados se recupera. Contrario al Ebola (1976) que tuvo una tasa de mortalidad del 40.4% y el H1NI (2009) del 17.40%.
El coronavirus tiende a ser letal entre personas de 60 años o mayores, débiles de su corazón, pulmones o con diabetes.
El resto de las personas tiene alta probabilidad de recuperarse con los cuidados debidos.
La OMS recomienda higiene sistemática de manos -con agua y jabón o gel con al menos 60% de alcohol-; cubrirse la boca con el codo al toser y no tocarse la cara o tocar superficies en espacios públicos.
La mascarilla solo es útil cuando la persona está infectada para evitar la propagación del virus.
Esos son los datos científicos del impacto y prevención del coronavirus, sin embargo, la psicosis colectiva acabó con mascarillas y geles antibacteriales genéricos que sólo pueden encontrarse en el mercado negro por precios exorbitantes.
El miedo llevado al pánico es el virus más contagioso que nos debilita social y políticamente como democracia y colectividad.
Peor aún, exalta nuestra peor versión como sociedad: nos divide como países; nos torna más xenófobos y racistas entre sí y más maleables para adoptar posiciones ultranacionalistas de extrema derecha.
De ahí la pregunta: ¿dónde resta la responsabilidad ética de autoridades gubernamentales y medios de comunicación ante este miedo hecho pánico social y muerte masiva?