Para evitar apagones o descarga de voltaje, cortesía de la CFE, el Maestro Popochas en lugar de conectarse por internet, realizó, por petición mía, un viaje astral desde la Isla de Palawan en Filipinas, donde vive y medita cada día, auto exilado después del triunfo de AMLO en 2018, rodeado por mil 700 isletas ubicadas en el mar del sur de China.
El domingo pasado, telepáticamente me avisó: “estaré contigo en Saltillo a las 11pm del día viernes 30 de junio. Te veo en el micro jardín de tu casa rodeado por tus gatos y la luz de una Luna Gibosa Creciente”.
Puntual, llegó el Iluminado Popochas al lugar de la cita, en su cuerpo etérico, porque en la Isla de Palawan, el Avatar dejó intactos sus cuerpos físico, mental, de energía y de dicha.
Su presencia astral era abrazada por la energía de mis gatos y una luna iluminada en más de un 50%.
Una luz multicolor inundaba mi micro jardín, mientras la voz del Predestinado me espetaba: “con la llegada de Xóchitl Gálvez a la pasarela de las candidaturas de oposición, ¿quieres saber las posibilidades reales para derrotar a Morena en 2024?” “Si, Maestro”, respondí.
“Primero, te preciso los riesgos. Luego te dibujaré el perfil del candidato ideal para contender -con la suficiente fuerza ética y política, para derrotar a Morena.
Y, sobre ese punto, te definiré en pocas palabras, los alcances reales de cada candidato.
“Riesgo 1: qué los partidos de la alianza “Va por México” -PAN, PRD y PRD- utilicen a las organizaciones ciudadanas, agrupadas bajo el Frente Cívico Nacional, para elegir un candidato acorde a los intereses de la partidocracia.
“Riesgo 2: qué el ejercicio para elegir el candidato de oposición pueda incurrir en ilegalidades de corte electoral; como también sería el caso de las corcholatas morenistas.
Porque el filo, en el cual se mueven ambos procesos, violaría el artículo 226 de la Ley Electoral que sanciona con la negativa del registro del precandidato, sí éste realiza actividades de proselitismo o difusión de propaganda antes de los tiempos marcados por la misma Ley.
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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