De no resolverse a fondo este enfrentamiento entre Manolo y Román, ¿cuál sería la siguiente etapa?
Consistiría en cerrar el círculo del “golpe seco y fuerte” de la autoridad estatal ante el “reprobable” desacato de Román, a través de un juicio político, que instrumentaría Antonio Attolini, diputado local morenista, para inhabilitar a Cepeda e impedir que éste llegue a su segundo período como alcalde de Torreón.
Y, generar, con ello, las condiciones ideales para desmoronar el blindaje en seguridad (vs el crimen organizado) y en política (vs Morena) en Coahuila.
¿Cómo sería posible arreglar este amenazante conflicto? a) Manolo tiene que dar el primer paso y actuar como estadista; por el poder y la responsabilidad que le da su jerarquía; por el riesgo que representa para su gestión como gobernador, que está apenas por completar su primer año, y por su pretensión de ser un personaje político nacional con la posibilidad de competir por la presidencia de la República en 2030.
b) Román, por su parte, está obligado a adoptar una actitud receptiva, abierta y conciliatoria que reconozca la autoridad del gobernador e ignorar esas voces regionalistas que se desgañitan por una revancha torpe, irracional y sin sentido.
c) Un mediador sería clave para destrabar esta pugna. Surgen tres: Óscar Pimentel, secretario de gobierno, por obligación institucional, pero sobre todo, por experiencia y capacidad acumuladas por décadas.
Jericó Abramo, diputado federal, por haber sido el primero en arropar la legítima autoridad de Jiménez, bajo la consigna: “la seguridad no se politiza; se garantiza”, mientras el resto de los actores políticos de Saltillo y Torreón enmudecían. Jericó tiene capacidad para mediar y una sólida relación con ambos personajes.
Y Enrique Martínez padre, quien fue un gran amigo de don Luis Horacio Salinas, abuelo de Manolo.
Por otro lado, cuando Enrique fue secretario de SAGARPA nombró a Román como Delegado en la región Laguna.
En este caso, Martínez, también, al igual que con la familia de Jiménez, ha tenido una relación de décadas con la de Cepeda.
La moneda está en el aire; mientras al mirarla dar vueltas, los torreonenses, los laguneros y los coahuilenses se comen los pellejos de las uñas que aún les quedan.