Por su parte, el alto empresariado y los partidos políticos -salvo sus garbanzos de libra- han sido incapaces de formar -hombres y mujeres- como líderes éticos y visionarios; capaces de amar -de manera entrañable y desinteresada- a México para insertarlo en el presente y el futuro del Siglo XXI.
México, desde su período moderno que inicia en los años 20, ha sido el pastel, repartido entre ellos a partir de sus intereses, hasta la saciedad o el hartazgo.
Hasta 2018, el modelo de desarrollo económico marginó por décadas a las grandes mayorías, integradas por clases populares, campesinas e indígenas.
Sin importar la transparencia o la impunidad, las élites económica y política, beneficiarios directos de dicho modelo, las condenaron a la pobreza y al olvido.
De 2018 a la fecha, esos marginados -indignados, resentidos e impotentes por generaciones; muestran ahora, un rostro empoderado, qué reflejan en la entronización de la 4T en el poder; y en su compromiso puntual que combina -una emoción visceral y reivindicativa amarrada a los programas sociales- para mantenerla en la presidencia de la República el próximo sexenio, como mínimo.
Este es el eclipse político que permanecerá en México, una vez ido, el eclipse astronómico; ¿tendrá Xóchitl la capacidad de mover la luna -y liderar otro México posible- para mirar el sol?
Difícil. Su eventual triunfo es necesario, pero no es suficiente para tal movimiento generacional.
Por ello, reitero, ¿cuándo podremos, como país, ver la luz del sol y salir de las penumbras históricas de nuestro eclipse?
El cual, hemos normalizado cada día, para mal vivir.
canekvin@prodigy.net.mx