Por si no bastara la enorme variación que la familia “natural” tiene según cada pueblo, cultura y época, la Madre Naturaleza presenta todavía mayor variedad en cuanto a definición de familia.
Es natural que la hembra se coma al macho después de copular si es viuda negra o Mantis religiosa (sé de casos en humanos). Es natural que un hervidero de peces, machos y hembras, arrojen semen y óvulos al agua y se fecunden con el fiestorrón. Es natural que el cucú ponga sus huevos en nido ajeno para que los empolle otra madre, y que al nacer, como son más grandes, arrojen a empujones del nido a los hijos verdaderos.
El pez espino de mar (no confundir con espinos de las rocas), cuando es macho de poco tamaño, sigue toda la conducta femenina para atraer un macho grande. En general, los peces tienen escasa discriminación sexual: entre machos del Lebistes reticulatus (el pez gupi) pueden hacerse la corte por semanas y se estimulan la zona genital. Ranas y lagartos no distinguen tampoco los sexos: los machos montan y aferran a otro sin distinción.
Entre los mamíferos que han vuelto al agua, como los delfines, el macho exhibe métodos de autoestimulación tan amplios como los humanos e incluyen frotamiento contra los flancos de delfines macho más jóvenes e intentos de copulación. Ésta no ocurre por falta de manos para ayudarse, pero no es el caso en primates no humanos en los que se puede alcanzar el clímax por vía anal, señala Denniston (*). Otros primates, los mandriles, establecen relaciones homosexuales entre un adulto y un joven, a quien el adulto protege (Ford y Beach, op. cit.).
Cuando se desea recoger semen de un toro lo excitan acercándole un ternero... macho.
Konrad Lorenz, Nobel de Medicina 1973 y padre de la etología, observó durante sus trabajos para el Instituto Max Planck que un ganso joven podía proponerse a uno adulto “y si éste acepta (...) los dos amigos se estimulan mutuamente a realizar grandes hazañas. Ninguna pareja macho-hembra es capaz de hacerles frente y por eso el par ocupa un lugar elevado en la jerarquía de la colonia. Estas parejas de machos siguen unidas de por vida”. Luego narra el tórrido romance entre los gansos macho a los que llama Max y Kopfschlitz (On agression).
Por falta de espacio, basta con guglear “homosexualidad, animales” y encontrará decenas de especies. Son naturales (presentes en la naturaleza) las uniones del mismo sexo en carneros, lobos, alces, leones y, sobre todo, primates. La lista es tan larga que me llevó 20 páginas de un capítulo en La orientación sexual*, Paidós.
En cuanto a los humanos, “de entre las 76 culturas estudiadas por Frank Beach y Clellan Ford, todas ellas aún existentes a mediados del siglo XX, un 64 por ciento considera normales las actividades homosexuales y no las hacen excluyentes de las heterosexuales, son culturas donde la bisexualidad es la regla”: chukchees de Siberia, konyak de la India, tanala de Madagascar; los siwanos de África son tan ampliamente bisexuales que consideran peculiar al hombre adulto que no tiene coito anal con muchachos...
Es curioso: cuando señalo ejemplos no humanos me responden que “ya no somos animales”. Si no los menciono vuelven a la carga con la tontería de que la homosexualidad es contranatura.
No se hagan bolas: dejen de buscar pretextos. Digan prefiero un hijo asesino serial que guarda cadáveres para irlos comiendo que un hijo viviendo, con o sin matrimonio, con otro hombre que lo ama y lo cuida. Lo mismo vale para mujeres. Es sencillo: odio a los jotos, maricones, lilos, leandros, lesbianas y demás pájaros. Se evita contradicciones.
¡Últimos días!: Medalla BELISARIO DOMÍNGUEZ 2016 para Gonzalo Rivas Cámara, que salvó cientos de vidas a costa de la suya:#BelisarioParaGonzaloRivas
Novedad: Mi último tequila, autobiografía procaz. Cal y Arena.