Los alcances del mercado como contrapeso

Ciudad de México /

La historia moderna de la humanidad está intrínsecamente ligada a la historia del dinero. En ese sentido, los cambios sociales, en cualquier parte del mundo, invariablemente tienen que ver con condiciones económicas. El dinero marca el derrotero de la historia o, en otras palabras, si no hay dinero no hay revolución. No es casualidad que la mayoría de las revoluciones fueran financiadas por las clases medias (no las clases bajas), y/o por potencias extranjeras (Francia financió gran parte de la independencia estadunidense, por ejemplo).

Dado lo anterior, el flujo del dinero es de suma importancia para implementar o “echar para atrás” cambios políticos. Un par de ejemplos: el 16 de septiembre de 1992, mejor conocido como el “miércoles negro”, especuladores financieros de la mano de George Soros desestabilizaron la economía inglesa, orillando a los políticos a abandonar el Mecanismo de Estabilización de Tipos de Cambio adoptado por Inglaterra en 1990 y por el resto de Europa en 1979. ¡Un día de crisis tiró años de negociaciones entre potencias europeas para fijar su tipo de cambio y retrasó, por varios años, la creación del euro!

El segundo ejemplo está más cerca de casa. El error de diciembre de 1994 en México, el cual, en gran parte por una mala comunicación al momento de dar a conocer los supuestos macroeconómicos (muy optimistas) para el presupuesto de 1995, causó una desbandada de inversionistas que orilló a los políticos a abandonar el control de cambios que venía ocurriendo en el país desde hace más de 40 años. ¡Un evento de mercado cambió la política económica de todo el país!

Estos son solo dos eventos de mercado, de muchos que han sucedido (el último, por ejemplo, es el de Liz Truss y su “mini-budget” en 2022) que, bajo ciertas condiciones, pueden cambiar el rumbo de un país.

Ahora bien, de una manera muy simplista, el mercado es un vehículo para conectar el excedente de capital con el faltante del mismo, y el lubricante para que eso suceda es la tasa de interés o el rendimiento esperado. Si en un lugar falta capital, éste solo fluirá hacia allá para cubrir ese faltante si la tasa de interés es la adecuada para el riesgo percibido. No hay magia. El rendimiento exigido se ajusta al riesgo percibido, y si no lo hace, el capital no fluye. Es en este sentido, en el que el mercado funciona como contrapeso ante movimientos económicos, políticos, sociales o de cualquier otro tipo: si se te percibe como más riesgoso, tienes que pagar el precio y, a veces, el costo es bastante elevado.

Ahora bien, como buen contrapeso, existen varios matices. Por ejemplo, en un mercado cerrado, con poco acceso al capital internacional y con una dinámica interna poco desarrollada, como Venezuela o Corea del Norte, el contrapeso que puede ejercer el mercado es muy pequeño, pues la influencia en la economía y en las finanzas públicas es bastante menor. En otras palabras, la influencia que pueda llegar a ejercer el mercado está en función de su desarrollo interno y externo. Por cierto, México tiene un mercado, interno y externo, bastante desarrollado, lo cual, como todo, tiene su lado positivo y no tan positivo.

Otro matiz es la rapidez con la que actúa, y es esa rapidez la que permite mantener la relación causa-efecto de una manera mucho más clara. Por ejemplo, una reforma educativa no verá sus efectos sino hasta pasados varios años, por lo que su éxito o su fracaso tendrá una liga tenue, y para muchos imperceptible, con la reforma original. En este caso, el efecto está “temporalmente lejos” de la causa. Con el mercado, muchas veces, pasa lo contrario. Una decisión impopular traerá un movimiento de mercado negativo casi de inmediato, ligando la causa y el efecto de manera inequívoca, retroalimentando de una manera más rica la toma de decisiones.

Ahora bien, si se decide continuar con dicha decisión impopular, el mercado continuará mostrando un deterioro, haciendo que el capital deje de fluir fácilmente, o bien, elevando su costo. Y en este punto convergen las tres ideas expuestas con anterioridad: para implementar un cambio en un modelo económico, sobre todo si es de corte populista, se requiere capital, y ese capital fluirá, si y solo si, el interés pagado es el adecuado. Sin embargo, a mayor tasa de interés, mayor recurso destinado al servicio de esa deuda, maniatando la capacidad de ejercer el presupuesto público. Como dirían los economistas: ¡mo existe un almuerzo gratis!

Repito: así es como el mercado se vuelve un contrapeso. Al político no le espanta el dólar a 25 pesos, lo que le quita el sueño es no poder acceder a financiamiento “barato”, pues sabe que servir una deuda cara se vuelve muy oneroso, generalmente en detrimento de otros programas que desee implementar. Y no, contrario al pensamiento popular, el impago tampoco es una opción. Por lo menos no si se quiere construir un legado.

Al final del día, el mercado es un contrapeso ligado a los valores y a la ideología que se quiere implementar, y a qué tan dispuesto está el político a implementarla. Si lo que se busca es destruirlo todo, entonces el mercado no es un contrapeso; si lo que se busca es el cambio ordenado a otro tipo de ideología o forma de pensar, entonces el mercado juega un papel muy importante, y tiene tanto valor como contrapeso como cualquier otro que se nos ocurra, con la ventaja de que su actuar es rápido y, si no se hacen las cosas bien, bastante correctivo.


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