El coronavirus SARS-CoV-2 se ha enquistado en nuestras vidas. Permanecerá por años o décadas. Eso se irá sabiendo conforme hablen los grandes centros de investigación y sus especialistas. Mientras no se halle tratamiento o una vacuna, nuestra subsistencia, en lo individual, familiar y social tendrá que ir encontrando los senderos, hasta que nos entendamos con esta pandemia.
Ha quedado de manifiesto que ningún país puede sostener en largo aislamiento hogareño a su población, con tal de que la propagación epidémica cese. Es insostenible porque nuestra historia emana y queda escrita gracias al movimiento que desplegamos; con la actividad en general; con la producción y reproducción; con el intercambio y, mediante todo ello, expresamos nuestra condición humana, con los claroscuros concernientes.
Durante varias semanas se pudo elegir del binomio: contagio-economía, al primero; reduciendo a la mínima expresión posible la actividad productiva. El propósito de ello fue intentar el control de la infección; la reducción de transmisión o, la administración gradual de la pandemia.
Sin embargo, ha llegado la hora de la reactivación económica, a pesar de que el riesgo de adquirir el virus aumente exponencialmente. Eso es lo que debemos entender como “nueva normalidad”. Veremos cómo cambia de rojo a naranja y, de ahí hacia el amarillo, porque así lo ordena nuestra economía y la producción. ¡Es así!
Este coronavirus ha colapsado nuestra condición humana. El virus viaja por el aire. El oxígeno hizo posible nuestra existencia. Al respirar cerca de la persona querida, amada, anhelada, mutuamente nos expondremos al peligro del COVID-19.
Otro factor que filogenéticamente nos humanizó fue el habla y, dentro de ello, el lenguaje como invención civilizatoria. Ahora, en las distancias cortas, esa expresión lingüística abre las fauces del riesgo; peces que podríamos sufrir o morir por nuestra propia boca.
Nuestras emociones, desde las primarias hasta las más sofisticadas, en buena medida se manifiestan a través de nuestras interacciones y fluidos cuerpo a cuerpo; el saludo; los abrazos; las caricias de distinto calibre y propósito, así como los besos, hunden sus raíces en el pozo de nuestra vida. Con las precauciones correspondientes, hallaremos la manera de recuperar y sostener nuestra existencia, mientras dure.