Por supuesto: Bagdad está al oriente / del Belén al que van los Reyes Magos / por colmar de presentes y de halagos / al Mesías nacido puntualmente.
Esta noche, no obstante, los misiles / que impulsaban diabólicos sopletes, / aturdieron el cielo. Los cohetes / con sus lenguas de lumbre fueron miles.
Abro paréntesis. Este soneto, titulado “Desorientación”, fue escrito por Abelardo A. Leal en enero de 1991, tres años antes de su muerte. A mí me lo mandó el arquitecto Benavides: me comentaba lo actual que vuelve a ser.
Y tiene razón. Como un eterno retorno, las tropas y armas de Estados Unidos visitan esa parte de la tierra por cuarta vez desde el final del mundo bipolar de la guerra fría.
Las cuatro intervenciones han tenido lugar en situaciones complicadas para los presidentes estadunidenses. En enero de 1991, Bush padre reaccionó a la invasión de Kuwait por parte de Irak. La Tormenta del Desierto dejó libre a Sadam Husein. Al año siguiente, Bush perdió la reelección contra el demócrata Bill Clinton: si bien una guerra lejana une, la crisis económica cercana separa.
En 1998, en pleno escándalo Lewinsky del que salió al fin librado, Clinton lanzó la operación Zorro del Desierto, un bombardeo sobre Irak.
Bush hijo volvió a la carga tras la tragedia terrorista de las Torres Gemelas en 2001; estableció la existencia de un Eje del Mal (Corea del Norte, Irak e Irán) y planteó la guerra preventiva; se fijó en las armas nucleares que, según él, almacenaba Irak. Invadió en 2003. En 2004 logró la reelección.
Ahora Trump, en medio de una decisión de juicio político y a once meses de la elección en la que busca un segundo término, vuelve a la noción preventiva. Después del ataque en el aeropuerto de Bagdad, en Irak, en el que murió el alto mando iraní Qasem Soleimani, el congreso de Estados Unidos busca limitar las acciones militares de su presidente. Cierro paréntesis para terminar las 14 líneas.
Sobrevino espacial esquizofrenia / que en maraña tornó la astrología. / Y la Estrella no pudo dar su venia.
Confundidos los Reyes aquel día / no pudieron salir, y en esa astenia / se quedaron Jesús, José y María.
luis.petersen@milenio.com