El próximo sábado se conmemora el Día Internacional de la Tolerancia, una fecha que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la aceptación y el respeto en un mundo cada vez más polarizado. Sin embargo, este año la celebración se da en un contexto político marcado por el retorno de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Su administración, caracterizada por un discurso que polariza y divide, plantea serios desafíos para la cohesión social y la tolerancia tanto a nivel nacional como internacional.
Durante su reciente campaña electoral, Trump reiteró posiciones que han generado preocupación en comunidades vulnerables. Prometió endurecer las políticas migratorias con propuestas como la deportación masiva y el cierre total de la frontera sur. Estas promesas, lejos de promover la integración, refuerzan un ambiente de exclusión y discriminación que impacta directamente en la percepción ciudadana sobre la diversidad. La retórica utilizada, que apela a miedos y prejuicios, ha polarizado aún más a la sociedad estadounidense, dificultando el diálogo y el entendimiento mutuo.
El reto no solo radica en las políticas anunciadas, sino también en el impacto que estas tienen en el tejido social. Bajo esta nueva administración, el discurso de odio y las acciones discriminatorias podrían normalizarse aún más, alentando comportamientos intolerantes en sectores que ya se sienten empoderados por estas narrativas. Esto incrementa la vulnerabilidad de las minorías y perpetúa una cultura de exclusión que será difícil de revertir en el corto plazo. Las implicaciones para el bienestar colectivo son profundas, ya que una sociedad fragmentada enfrenta mayores dificultades para trabajar en conjunto hacia objetivos comunes.
En el ámbito político, el enfoque de la nueva administración podría profundizar las divisiones ya existentes. Las declaraciones de Trump tras su victoria electoral no auguran un cambio en su estilo de gobernar. Sus propuestas, que priorizan la seguridad nacional a costa de los derechos de los inmigrantes y las minorías, han sido criticadas por organizaciones internacionales y defensores de los derechos humanos. Este enfoque plantea un desafío para aquellos que buscan construir un entorno más tolerante y justo.
La percepción ciudadana también se ha visto afectada. Mientras que una parte de la población respalda sus políticas como necesarias para la protección del país, otro ve en estas medidas un retroceso en términos de derechos civiles y humanos. Esta polarización no solo fractura la convivencia social, sino que también debilita la capacidad de la sociedad para enfrentar juntos los desafíos comunes, como el cambio climático o la desigualdad económica.
El impacto de este gobierno en la tolerancia no se limita a las fronteras de Estados Unidos. Su influencia en la política global podría reforzar tendencias autoritarias en otros países, legitimando discursos y acciones que atentan contra los principios de igualdad y respeto a la diversidad. Este es un momento crítico en el que las organizaciones internacionales y la sociedad civil deben redoblar sus esfuerzos para proteger y promover la tolerancia como un valor esencial.
A pesar del panorama adverso, el Día Internacional de la Tolerancia nos recuerda que el cambio es posible si cada uno asume su responsabilidad en la construcción de una sociedad más inclusiva. La educación y el activismo social serán herramientas clave para contrarrestar los efectos de un gobierno que no promueve la conciliación. Es fundamental que los ciudadanos se involucren activamente para defender los valores de respeto y convivencia.
Nos leemos la siguiente semana y recuerda: luchar, luchar siempre, pero siempre luchar desde espacios más informados que construyen realidades menos desiguales y pacíficas.