Empezó como un meme, pero la realidad que muestra va mucho más allá. En mayo se instaló una estatua de Poseidón, el dios de las aguas y los mares en la mitología griega, en la playa de Progreso, Yucatán. Ante el anuncio de la llegada del huracán Beryl —que hoy viernes debe estar ya en la península— y las múltiples inundaciones que ha habido este año en la zona, en redes sociales se viralizó el chiste de que esa estatua había hecho enojar a Chac, dios maya de la lluvia y el trueno.
Todo escaló como (casi) siempre en redes: alguien hizo un chiste en TikTok, otro creó un evento en Facebook para ir a destruir la estatua (30 mil personas dijeron estar interesadas), los medios lo volvieron nota para ganar clics; quien organizó el evento recibió amenazas y lo canceló.
Más allá del meme, la realidad es que, por primera vez en la historia registrada, se formó en junio un huracán de la magnitud de Beryl. Esto implica, según El País, que el huracán llegó “42 días antes que el promedio en años anteriores y alcanzó la categoría 5 de la escala Saffir-Simpson en menos de 45 horas. Se convierte así en el primer huracán de la temporada atlántica de 2024 y el que más rápidamente llega a esa máxima categoría del último siglo”.
Es decir, para que los huracanes se produzcan la temperatura del océano debe llegar a 26°, lo cual sucedió en el Atlántico en mayo. Normalmente solo pasaba a partir de septiembre. El calentamiento global es el que está haciendo enojar a Chac, no Poseidón.
Hablar de que el culpable es el calentamiento global es muy abstracto. Pero, para entender lo que está pasando, solo a escala local, aquí un par de datos. Según el reporte “Sistema de Información de Cambios de la Cobertura Forestal en la Península de Yucatán”, del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible, en esa zona se talaron 285 mil hectáreas de selva entre 2019 y 2023. El estado de Tlaxcala completo mide 399 mil 600 hectáreas. Se perdieron casi dos kilómetros cuadrados de selva por día en la zona que hoy está sufriendo los efectos de un huracán a inicios de julio. La destrucción de la selva, dice el informe, “se ha acelerado durante las últimas dos décadas debido a la expansión de la agroindustria y la ganadería, la industria inmobiliaria y turística, las megaobras de infraestructura logística de transporte y los proyectos energéticos”.
Los megaproyectos de este sexenio sin duda han afectado a la flora y fauna, pero la devastación no es nueva. Un análisis de los procesos de deforestación en Quintana Roo, realizado por la Comisión Nacional Forestal, señala que en ese estado se perdieron 194 mil 6 hectáreas —medio Tlaxcala— de superficie cubierta por selvas entre 2003 y 2018.
El meme de la furia de Chac puede ser divertido, pero lo que estaremos viviendo no lo es. Las predicciones de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EU muestran una temporada por encima de lo normal: entre 17 y 25 tormentas, de las cuales entre ocho y 13 podrían convertirse en huracanes, de los cuales entre cuatro y siete pueden ser mayores a la categoría tres. Casi el doble de huracanes del promedio de años anteriores. Hay que dejar de ver hacia Poseidón y entender quiénes son (somos) los verdaderos culpables.