Este miércoles 13 la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó frenar el uso de TikTok en EU si ByteDance, la empresa china dueña de la app, no la vende a una empresa que no sea china. Aún se necesita que el Senado apruebe la iniciativa, pero el cerco contra la red social con mayor crecimiento en el mundo se hace más pequeño en ese país y, por consiguiente, en Occidente.
El gobierno de Estados Unidos afirma que es un tema de seguridad nacional dado que el gobierno chino podría, en cualquier momento, solicitarle a ByteDance datos personales de sus usuarios. También temen que se use para espionaje o manipular las elecciones presidenciales de este año. Aunque no hay pruebas de que el gobierno chino espíe en TikTok, sí las hay de que ByteDance ha accedido a datos de la app sin autorización.
El contexto real es que, desde hace años, China y Estados Unidos compiten por tener el control de la tecnología mundial, desde redes sociales hasta chips e inteligencia artificial. Más allá de esa guerra tecnológica, hay una batalla también por nuestra atención y por cómo vemos el mundo. Las redes sociales y sus algoritmos moldean nuestra forma de entender la realidad y nuestro actuar. Así como antes nos acostumbramos a pensar en tuits o vivir vidas instagrameables, hoy es TikTok quien encumbra personajes y nos muestra cómo “funciona” el mundo —las tendencias, las noticias, las guerras, la diversión, las aspiraciones— un video corto a la vez. Instagram y demás plataformas estadunidenses han buscado copiar el formato que usa TikTok, pero no han tenido el mismo éxito.
Lo dijo Ezra Klein en The New York Times: “El problema es la manipulación: el verdadero poder de TikTok no es sobre nuestros datos. Es sobre lo que los usuarios ven y crean. Es sobre el algoritmo opaco que gobierna lo que se ve y lo que no”.
Lo de Estados Unidos no es un caso aislado. La Autoridad Garante de la Competencia y el Mercado de Italia también multó esta semana a TikTok con 10 millones de euros tras una investigación sobre el reto de la “cicatriz francesa”, en el que adolescentes se pellizcaban la piel para dejar una marca roja en los pómulos.
Y en febrero la Comisión Europea anunció el inicio de una investigación por la “falta de transparencia en la gestión de los anuncios” de la aplicación y por no tomar las medidas necesarias para proteger a los menores de edad al generar “comportamientos adictivos”.
Los usuarios estadunidenses de TikTok —170 millones, la mitad del país, sobre todo jóvenes— se han movilizado al interior de la plataforma, sobre todo aquellos que monetizan en ella, y también en las calles para defender su derecho a utilizarla. Señalan que hay problemas mucho más profundos en el país que el uso de sus datos, los cuales también obtienen las plataformas estadunidenses.
Si el Senado estadunidense aprueba el proyecto y el presidente promulga la ley contra TikTok, ByteDance tendría seis meses para venderla. Si no lo hace, se impondrían sanciones civiles a las tiendas de aplicaciones —como las de Apple y Google— que alberguen o actualicen la app.
Esta es una guerra sobre cómo vemos y entendemos el mundo a través de las redes, y probablemente sea una a la que debemos poner más atención y sea más importante de lo que percibimos.