Lo dijo George Orwell en 1984: “Nadie instaura una dictadura para salvaguardar una revolución, sino que la revolución se hace para instaurar una dictadura”. El régimen que inició Hugo Chávez en Venezuela, y que hoy mantiene Nicolás Maduro —con pinzas y mediante la represión—, dice mantener una revolución y combatir el “fascismo” pero solo quiere perpetuarse en el poder. Maduro dice haber ganado en las elecciones de la semana pasada un tercer mandato —lleva desde 2013 en el poder—, aunque (casi) todo el mundo lo ha puesto en duda.
La periodista venezolana Luz Mely Reyes resumió bien en un tuit lo que sucedió en las elecciones: “En mi país, los ciudadanos fueron a votar masivamente por el cambio el pasado 28 de julio. En respuesta, el gobierno expropió la elección”. Maduro y el Consejo Nacional Electoral —leal a su gobierno— anunciaron su triunfo por una diferencia de 7%, mientras la comunidad internacional en general ha pedido transparencia, la revisión de las actas y ha desestimado el anuncio. Las protestas en las calles habían dejado, hasta ayer jueves, al menos un millar de detenidos y 12 muertos.
Maduro ya ofreció ayer entregar el 100% de las actas pero, a la vez, aseguró que los líderes opositores que denuncian fraude “deben estar tras las rejas”. En realidad, en la Corte Penal Internacional hay un proceso de investigación por la comisión de crímenes de lesa humanidad en la última década del gobierno de Maduro, que incluyen detenciones arbitrarias, torturas y desapariciones forzadas. Este inició en 2021 por una denuncia de Argentina, Canadá, Colombia, Chile, Paraguay y Perú. Quien debería estar tras las rejas no es la gente que pide democracia para su país, sino quien se la ha negado en tres elecciones seguidas.
Hoy los venezolanos, como dijo Luz Mely en otro tuit, “estamos haciendo un gran esfuerzo para rescatar nuestra democracia. Así que esta noche date las gracias. Por el país que todos merecemos”. Toca a la comunidad internacional, ante el inminente caos interno, hacer lo necesario para garantizar que las elecciones funcionen tras el esfuerzo democrático del pueblo venezolano.
Sin duda, hay un tema geopolítico global y regional desde donde se posicionan los gobiernos del mundo sobre lo sucedido en Venezuela. Quienes no reconocen el triunfo de Maduro son países donde gobierna la derecha, como Argentina, Perú y Ecuador. Quienes lo reconocen son dictaduras o gobiernos de izquierda como Cuba, Nicaragua, Honduras, China o Rusia. La gran mayoría solo piden transparencia. Entre ellos, y quienes parece que pueden destrabar el conflicto, están Brasil, Colombia y México.
Dice el medio colombiano La silla vacía que ellos “han logrado consolidar un bloque con una alineación distinta: no están ni con Estados Unidos ni con la oposición ni con el chavismo, pero hablan con todos”. Ellos son quizá la última esperanza antes de que Venezuela se vaya a una dictadura completa como Nicaragua o Cuba, donde no existen los derechos humanos ni las elecciones.
Esta parece también una última oportunidad para que Venezuela permanezca en un camino democrático. Lo dijo Brian Winter en un artículo para Americas Quarterly:
“Una vez que los dictadores toman el poder, son casi imposibles de destituir. Casi”. Y estamos muy cerca de ese casi.