Arruinar un acto público es sencillo. Basta con que un grupo de asistentes lance abucheos contra uno de los participantes para dar al traste con la esencia del evento. Los gritos, los buuus manchan el registro del evento y se roban el protagonismo en detrimento del objetivo final del encuentro.
El sábado, en Temacapulín, ocurrió eso. El presidente Andrés Manuel López Obrador, y la presidenta electa Claudia Sheinbaum, quedaron en segundo plano de un acto que debía celebrar dos triunfos: la terminación de una presa que dotará de agua la Zona Metropolitana de Guadalajara, y el esfuerzo personal del presidente mexicano para negociar y lograr un cambio en la obra original y evitar con ello la inundación de predios y viviendas en tres comunidades de Los Altos de Jalisco.
Pero la política partidista, o el rencor de miembros de una comunidad, pudo más que un día importante. Será difícil determinar con exactitud quien promovió el abucheo contra el gobernador Enrique Alfaro. Si fue un asunto partidista, malo, pues mezclar lo electoral con lo oficial no ayuda a nadie y seguramente dejó un mal sabor de boca a Sheinbaum y López Obrador. Si fue un asunto añejo de los vecinos, insisto en que se empañan un logro y el esfuerzo presidencial por ayudarles. Una mala paga, pues.
Para cada actividad hay un sitio ideal. Si se trata de asuntos electorales, el asunto debe dirimirse en los tribunales de la materia, como ocurre en estos momentos en Jalisco. Si se trata de manifestar oposición contra alguien, están las plazas públicas. Mezclar temas no siempre es bueno.
López Obrador no regresará más a Jalisco como presidente. Su último recuerdo de la entidad será en un acto donde hubo abucheos y donde los personajes intentaron mitigar el griterío. Incluso Beatriz Gutiérrez, la esposa del presidente, hizo peticiones desde la tribuna para acallar a los quejosos.
Alguien me dirá que el asunto se planteó desde la Presidencia de México. No lo creo. López Obrador no necesita evidenciar su popularidad. Y Sheinbaum tampoco. En todo caso siempre habrá alguien que quiera quedar bien con los mandatarios, y esa persona pensó que le haría un favor al presidente. Y podría resultar lo contrario.