Morir tras las rejas

Guadalajara /

Lo ocurrido en el Centro de Migración de Ciudad Juárez, Chihuahua, es un auténtico caso de negligencia criminal. Cuarenta personas fallecidas al interior de un recinto federal no pueden explicarse de otra manera cuando se observa el video donde los migrantes inician el fuego, y los vigilantes simplemente abandonan el lugar, dejando a los detenidos a morir sin ayuda.

Que uno o varios de los detenidos hayan prendido fuego a colchones y otros artículos resulta un error inadmisible de los responsables de su custodia. Los Centros de Migración no son cárceles, pero funcionan como tal. Y si alguien va a encerrar a otros, debe pensar en todo lo que puede ocurrir con personas desesperadas.

Quemar colchones es una práctica común para protestar en lugares donde hay personas tras las rejas. No hay mes en América latina en el que no se registre una acción de esa naturaleza. Prender fuego a ropa y colchones es una táctica para presionar a las autoridades, aunque muchas veces resulta con consecuencias fatales.

En el caso de Ciudad Juárez hay una cadena de errores que devinieron en tragedia. si vas a encerrar a alguien, por la razón que sea, debes retirarle objetos punzocortantes; cinturones, cuerdas, objetos de cristal o que se puedan convertir en armas; y cerillos o encendedores. Y queda claro que en centro migratoria siniestrado los detenidos tenían capacidad de generar fuego.

Y otro error: los colchones. Quienes tienen un mínimo de conocimiento sobre detenciones saben que los colchones deben de ser contra fuego. Existen empresas que fabrican estos productos con alma de poliuretano, pero forrados de manera especial con un grueso plástico o lona especial que retarda el fuego. Para quemar un colchón de esa naturaleza se necesitaría romperlo primero. Y evidentemente los colchones quemados se prendieron en apenas unos segundos. señal de que eran colchones comunes.

Uno más: ¿y los extintores? ¿Acaso no pudieron los vigilantes intentar apagar las llamas desde el otro lado de las rejas? Solo hay dos respuestas: o no había extintores, o simplemente los vigilantes no supieron (o quisieron) usarlos.

Y a última y más elemental: los responsables del centro de detención simplemente huyeron cuando comenzó el incendio. Está claro que no estaban capacitados para su labor, y que no tuvieron corazón para intentar salvar a los afectados. Una cosa terrible.

Ahora tenemos 40 muertos; decenas de personas lesionadas; familias deshechas; guardias detenidos; políticos que evaden su responsabilidad; y una crisis internacional en materia de derechos humanos. ¿Y todo por qué? Porque se piensa que los migrantes no importan. Por eso. Una negligencia criminal.


  • Manuel Baeza
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