Como es viernes, rompo la rutina para comentar cosas bonitas y positivas. Descubrí que me gusta comprar flores para mi esposa y la casa. Un buen ramo de flores le pone una sonrisa a cualquiera. Rosas, o dalias, de preferencia las segundas, pues verlas cerradas por la mañana, y regresar para encontrarlas abiertas es lo más parecido a un milagro. Flores, flores, muchas flores.
Y café. Descubrí la bebida ya adulto, y terminé refinando mi gusto hasta beberlo negro, sin azúcar; cuando hace 20 años le vertía medio kilo de endulzante a una taza. Café, con la pareja, con amigos, o solo. Reconforta. Hace pensar. Es de lo más importante para vivir.
Amigos. Muchos amigos. Nada como verlos, charlar y bromear, escuchar las mismas historias y reírnos siempre con la misma anécdota de hace años. Ya sea en grupo de hombres (en mi caso los mismo vagos de secundaria o prepa) o de parejas (algunas disparejas). Bien dicen que son la extensión de la familia. Y me recrimino siempre que termino por privilegiar el deber sobre las reuniones con los amigos. O tal vez me equivoque y el deber es reunirme con ellos.
Familia. La inmediata y la no tanto. Uno se descuida y termina por normalizar esos encuentros. pero son más que eso. Es encontrarse a uno mismo en los tuyos. Recordar lo bueno y lo malo, aunque no siempre lo verbalices. Y discutir con ellos, y arreglar lo que nunca se ha roto. Y enojarte y contentarte. Pero siempre estarán allí, sobre todo cuando lo necesitas. Mi esposa y mis hijos en lo inmediato. Son el motor que me lleva hacia adelante. Gracias.
El mar. Cualquiera. Ya sea playa paradisiaca o llena de piedras, con aguas calmas u olas agitadas. Termina siempre siendo un bálsamo. Y siempre digo que cuando me retire me iré a vivir a la playa. Una cabaña o una mansión, lo que el destino me ponga enfrente. Y como a mi esposa sueña con vivir en una montaña, tendremos que encontrar un risco tipo escocés con vista al océano.
Y los lectores, Sin ánimo de darles coba. Pensar en quiénes te leen (cuando lo hacen), y pensar en los que pensarán cuando lean lo que escribes. Siempre hay alguien que te comenta un texto, y eso es el mejor regalo. Se siente un calorcito en el pecho.
Y ya. Es viernes. A disfrutarlo.