A pesar de la esperanza que tienen varios millones de mexicanos de que Claudia Sheinbaum dará un golpe de timón para distanciarse de Andrés López Obrador, en otra parte importante de los más de 130 millones de connacionales que somos en la actualidad, existe escepticismo por el futuro de la nación.
Tras de su toma de protesta como presidenta de México el martes pasado, han surgido las detracciones de los agoreros del mal, para que el país deambule entre la incertidumbre y la desesperanza, como ocurrió muchas veces en el gobierno que recién concluyó.
Y es que la forma de administrar de manera correcta la nación en su conjunto no fue nunca el fuerte del obradorato, que se resistió a darle a todos su lugar como corresponde al estado de derecho.
Si bien es cierto que existieron momentos cruciales para pretender echar las campanas al vuelo, la realidad es que no hubo condiciones propicias como para aspirar al encuentro de la paz duradera.
De ahí que surgieron muchas voces en discordancia por la forma tan burda de manejar al modo del tabasqueño a la mayoría de los mexicanos del 1 de diciembre del 2018 hasta el 30 de septiembre pasado.
Empero, existen varios millones de mexicanos que simpatizaron por la causa de Morena, lo que quizá impedirá que Sheinbaum gobierne de forma autónoma, como ocurrió con López Obrador durante su sexenio.
Sin embargo, no obstante que el pasado 1 de octubre, gran parte de los 44 minutos que utilizó la nueva presidenta en su alocución para que en supuesto se dirigiera a todos los mexicanos, los vertió una y otra vez en favor de la causa del otrora Jefe del Ejecutivo federal.
Por ello hoy, por antonomasia, la ciudadanía está esperanzada en que Sheinbaum Pardo establezca las diferencias de cómo podrán delinearse los nuevos derroteros del país que requerimos, que necesitamos los mexicanos de hoy.
Sin duda, lo que más requerimos los mexicanos en estos momentos de graves carencias, es la paz duradera la que queremos regresar todos por igual, porque hoy, con excepción de Yucatán, en los otros 31 estados de la república no se goza de pacificación como la que todavía disfrutábamos hasta hace unos años los propios mexicanos, para ejemplo de muchos millones de terrícolas.
Si de verdad Claudia Sheinbaum está dispuesta a la conformación de un nuevo México, si no lejos, -porque quizá no lo desea en estos momentos- no tan cerca de la tutela de López Obrador, para que camine con solidez y le imprima marca propia a su administración para beneficio de sus seguidores y de los que no creen en su fórmula.
La palabra y los hechos corresponderán a la nueva titular del Ejecutivo federal que deberá gobernar sin excepción a más de 130 millones de mexicanos hasta el 30 de septiembre del 2030 para que no cometa los graves errores de su antecesor, que se empeñó y logró fomentar la división de los connacionales, que unos aplaudieron y otros descalificaron y reprobaron su frívola actitud. Por ello Sheinbaum tiene la palabra. O se cubre de gloria o deambula entre penumbras y denostaciones como le ocurrió a AMLO. Ella tiene la propuesta.