A sólo 17 días de dejar la Presidencia de México, López Obrador logró uno de los sueños que forjó durante muchos años: erosionar al Poder Judicial y dejarle a su sucesora un gobierno a modo que maneje a su arbitrio.
Sin duda, un "regalo" que le ofrecieron los diputados y senadores que se sometieron a la voluntad del todavía Jefe del Ejecutivo federal y no al del escrutinio público: el "pueblo sabio" que votó por ellos y los llevó al Congreso de la Nación.
Por ende, la aprobación de la reforma al Poder Judicial la madrugada del pasado miércoles por la mayoría "calificada" de Morena y sus rémoras del PT y el Verde, dinamitó uno de los tres poderes que conforman la Nación para dejar uno solo y, aunque se niegue, el legislativo está en manos del Ejecutivo desde 2018.
Los legisladores de Morena, obedientes, -con el dedo levantado en automático- serán copartícipes de la debacle política, económica y social del país que se desatará en los próximos tiempos.
Toda vez que sin ideas propias para aportarle a los mexicanos una sustentabilidad acorde a los difíciles momentos que enfrentamos, pagarán el alto costo tras ponerse de hinojos a los designios de su guía moral.
Lo lamentable de todo lo vivido es que, al dinamitar al Poder Judicial, cualquier mexicano (¿por qué no?, también usted, amable lector), podremos ser víctima de atropellos e ilegalidades que enfrentaremos todos por igual ante la indefensión, porque hasta la ley de amparo ha sido abrogada.
Por ello, dos de los tres poderes de la Unión quedaron unificados, aunque lo niegue el propio López Obrador, quien con su arbitraria descalificación a diario desde su púlpito mañanero logró su objetivo.
Con su acostumbrada forma de desacreditar a quien no satisfaga su dicho, casi siempre con sus “otros datos”, infundió en los mexicanos un odio exacerbado en contra de jueces, magistrados, así como a ministros de la Corte.
Al tabasqueño le quedan 2 semanas y media para entregarle el poder a Claudia Sheinbaum quien quizá solo en apariencia ha mostrado obediencia a pie juntillas, y hasta ha avalado la extinción del Poder Judicial, que en el mediano plazo podría ser un arma envenenada que revertiría su efecto.
Al tiempo.
Notas de trascendencia
Si bien es cierto que la honestidad nunca ha sido el fuerte de la familia Yunes Márquez, sin pudor, Miguel Ángel Yunes Linares se presentó el martes pasado en el Senado de la República para disculpar la inasistencia de su hijo, Miguel Ángel.
Con vehemencia en su alocución, se defendió de las frases y gritos de cientos de trabajadores del Poder Judicial así como de los senadores de la oposición apostados en la Cámara Alta, quienes le reclamaron el proceder de su hijo, luego de que se comprometió de forma pública a votar en contra de la aprobación de la ley que extinguió el multirreferido poder.
Con ese cinismo tan característico en el veracruzano, reclamó los dichos de Marko Cortés, dirigente del PAN, quien lo acusó de corrupto y convenenciero por haberle fallado al bloque de la oposición.
Yunes Linares, quien aceptó los encantos de Adán López Hernández, coordinador de los senadores de Morena, a cambio de no hacerle efectivos los expedientes judiciales que pesan sobre su hijo Fernando, y completarán la votación en favor de la reforma judicial.
Luego de su voto en contra, los Yunes respiraron tranquilos y, como ocurre en nuestro país, las huestes de Morena les aplaudieron con estruendo y los abrazaron por su osadía, pese a que los tres vociferaron maldiciones y descalificaciones al rey de Palacio. Ver para creer. Claro, eso nada más sucede en México. La indecencia y la inmoralidad en todo su esplendor.