Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) se resiste a desprenderse de su condición monopólica y pretende extenderla para ejercerla en el Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM).
El mismo gobierno que logró romper el tabú e inició la apertura del sector energético del país es el mismo que busca prolongar en el tiempo el predominio de ASA como único ente que controla el combustible de la industria área nacional.
La turbosina representa 30 por ciento de los costos de los gastos operativos de las aerolíneas y la exclusividad de ASA redunda en un precio 2 pesos más caro que la turbosina que se despacha en Estados Unidos.
El tiempo del sexenio se agota y al mismo tiempo que avanza la construcción del NAIM se consume el tiempo para que ASA se divida en dos (una empresa que almacena y otra empresa que comercializa) y permita la competencia de nuevos jugadores en el estratégico mercado del combustible para los aviones.
Transcurre el tiempo para que la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), que encabeza Gerardo Ruiz Esparza, atienda la opinión del órgano regulador de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), que dirige Alejandra Palacios, y la condición de la Comisión Reguladora de Energía (CRE), de Guillermo García Alcocer, de modificar el reglamento respectivo para eliminar la condición monopólica de ASA y, al mismo tiempo, evite que continúe siendo el único agente que comercializa la turbosina en el NAIM.
En el centro del “torbellino” privatizador del sector energético de México, que se ha traducido en el desmantelamiento de los dos principales monopolios: Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), permanece con resiliencia singular ASA, con su enorme poder de mercado en la terminal aérea capitalina y otros 19 aeropuertos del país, en los que mantiene la exclusividad en la adquisición, almacenamiento y comercialización de turbosina y gasavión a las aerolíneas que operan en el país.
Todavía más grave, ASA, dirigida por Alfonso Sarabia, estaba a punto de ser adjudicada de manera directa para que en el Nuevo Aeropuerto Internacional de México fuera la que construyera la infraestructura necesaria para almacenar y comercializar la turbosina.
La Cofece y la CRE van por el mismo canal: apertura y competencia en el mercado actual y futuro de comercialización de turbosina en el AICM y el NAIM.
Sarabia asegura que están de acuerdo y que no se oponen a una mayor competencia ni a la apertura del sector. ¡Lo que no dice ni él ni la Secretaría de Comunicaciones y Transportes es cuándo! ¡Al tiempo!
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