Del corporativismo priista al lopezobradorismo

México /

Hoy hemos pasado del viejo régimen del sector obrero, campesino, popular y patronal que representó a través del PRI la “unidad nacional” a la voluntad mayoritaria expresada en las urnas a favor de Morena, donde se han unido derechas, izquierdas, liderazgos sindicales y empresariales, populares y trasnacionales.

¿Quién lleva la hegemonía programática de este nuevo esquema de unidad nacional en torno al presidencialismo reimplantado por López Obrador? Pues de ellos y entre ellos, muchos corruptos lucharán contra los corruptos (sic).

El cambio en el sistema político ha significado pasar de la pulverización que caracterizó la alternancia de 1997-2015 al regreso del partido único en 2018, donde la lucha política y de intereses pasará de la diversidad partidaria a la idea de un solo gran partido.

En ese proceso histórico, la izquierda pasó de la dispersión a la unidad; de PCM, PRT, PMT, PST, PPS y grupos sin registro al PRD, y de ahí nuevamente a la dispersión, hasta el vuelco actual que restaura el viejo modelo no a través del PRI, sino de las siglas Morena.

El paso del 1 de julio al 1 de diciembre ya se percibe como un encontronazo de realidades y el nuevo sistema político redefinido en las urnas y no en el Poder Legislativo, con el peligro de convertirse en una salida autoritaria a nombre de la mayoría popular.

La incapacidad del sistema por autorreformarse, hoy ha dado su fruto haciendo del lopezobradorismo la fase superior del priismo y haciendo de un solo partido la cuna del Pacto del Azteca, donde fue sellada una nueva versión del pasado político en el país.

En este esquema, la oligarquía lleva ya la hegemonía del proceso. Los sectores delirantes del lopezobradorismo que lo etiquetaban de izquierda, hoy se tienen que refugiar desorganizados, confundidos y dispersos en el “beneficio de la duda” ante los hechos de que el virtual presidente electo los engañó con la verdad y su llegada a la Presidencia fue resultado de muchos pactos, donde la izquierda que fue promesa en 1988-1997, sucumbió ante el Caballo de Troya y conceptualmente, programáticamente, está desaparecida.

La reacción que debiera ser necesaria, de organizar de manera independiente las fuerzas sociales de la promesa, prefiere empezar a justificar y dar explicaciones sobre la complejidad de la claudicación y así poder revertir decisiones que en días han empezado a desfigurar el imaginario lopezobradorista de 2006, 2012 y este 2018.

En contrario, la fuerza del sectarismo y el oportunismo dominan e imponen una respuesta errónea y que harán de la nueva situación política un caldero de malos entendidos, desconfianza, paralización y adjudicación de culpas.

Por tanto: se requiere de antemano un diagnóstico preciso y justo de la coyuntura política.

Se necesita revisar los esquemas y ver con objetividad los peligros, pues los intereses contrarios al interés nacional no solo están dentro del lopezobradorismo, sino que ya están actuando y están tomando decisiones para mantener el mismo modelo económico de hace 30 años, pasando del priismo al lopezobradorismo.

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@MarcoRascon

  • Marco Rascón
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