A Raúl Álvarez Garín
Solo un poder como el de Washington pudo alinear a todos los grupos de la oligarquía nacional y trasnacional en México en torno al personaje que hoy será declarado presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos. Con él, Donald Trump tiene al mejor aliado y podrá cumplir sus dos promesas: el muro y que lo paguen los mexicanos.
La tragedia mexicana es que se logró “el cambio”, pero estamos en vía de perder el país, la soberanía y dividirnos. Expliquemos:
Con el Tratado McLane-Ocampo de 1859, para el invocado Benito Juárez esta era una circunstancia, pero para Estados Unidos ha sido un principio para su apetito imperial. Hoy lo han sacado de los archivos como cláusula del TLCAN-II, para recorrer la frontera migratoria y geopolítica del río Bravo al Istmo de Tehuantepec.
Bajo la inspiración y el principio de la Doctrina Monroe (1823), este TLCAN-II está más allá de la integración comercial: significa una división de México al convertir el Tren Transístmico en el muro de contención a la migración centroamericana y caribeña. Junto al Tren Maya —por el ancho de su vía— sabremos sí solo será turístico o un eje transversal ferroviario para detonar nuevos intereses trasnacionales en el sureste.
Ambos proyectos estarán contra los intereses de los pueblos originarios, los campesinos y defensores del agua y las reservas de la biósfera que frenaron antes a cinco ex presidentes de la República, pero que ahora aprobará y ratificará con aplausos un Congreso con mayoría absoluta, servil al entreguismo.
El nuevo muro-ferrocarril transístmico cumple con los objetivos prometidos por Trump a los suyos, con un ahorro de 90 por ciento del costo original (costará solo 2 mil 500 millones de dólares y no los 22 mil originarios) y… ¡será pagado por los mexicanos! Pero —ojo— será una nueva región para las inversiones norteamericanas, perfecto para la siembra de transgénicos, de los cuales Alfonso Romo y Víctor Villalobos, representante de Monsanto, son precursores en Chiapas y que podrían contratar mano de obra centroamericana atorada en la subregión del sureste, para sus negocios: nuevos esclavos sin opción y transgénicos, van de la mano.
El crimen contra los mexicanos es perfecto, pues hoy el intervencionismo más claro y directo que nos va a dividir es presentado como proyectos de inversión regional (ya expulsaron a China del Tren Querétaro que antier ya no lo mencionó). Es además el triunfo de la continuidad del Consenso de Washington en México y la misma política económica, pero ahora respaldado por 30 millones de votos, que son en sí una suma de alianzas usada y no una fuerza organizada en torno a una alternativa soberana...
La exitosa maniobra fue llevar al país a la desesperación y, de ahí, aceptar como triunfo toda la crueldad del entreguismo, la victoria del centralismo sobre el federalismo, el quebranto de la soberanía, la censura contra los críticos y disidentes, el triunfo de los hombres de la guerra y la violencia, la impunidad de los corruptos y criminales, las privatizaciones creadoras de monopolios, la restauración de la mafia del poder, del Estado fallido, la exclusión y la brutal generación de pobreza. Lo peor de Salinas (ahora subordinado), Zedillo (celestino), Fox (sumado), Calderón (resentido) y Peña Nieto (aliado), todos se han sumado al nuevo gobierno y no necesitan empleo…pero ya deciden el rumbo.
Todo eso nos espera este 8 de agosto, cuando el hombre del sureste, no el Benemérito de las Américas, sea declarado presidente electo. De suceder: será necesaria como nunca una respuesta patriótica de liberación nacional, como lo fue en 1863.
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@MarcoRascon