Los especialistas en Comunicación afirman que la mejor forma de dominar esta materia es aprendiendo a escuchar; y sí, sobre todo en un mundo social en donde la mayoría de las personas solo piensa en su “yo” al entablar un diálogo que no resulta.
En estos tiempos de exceso de información, de decisiones vertiginosas y con abundantes distracciones, se apela a este tipo de recurso infalible en todo tipo de organización, con mayor razón en la pública.
Si se quiere tener éxito es la reflexión sobre la capacidad de escuchar, pero activamente y no dar la impresión de que el interlocutor “parece que escucha”.
Escuchar es una habilidad que se aprende con la práctica, pero reconociendo que es una herramienta poderosa para construir liderazgos, tanto en la vida pública, en las escuelas, en las empresas y en las relaciones personales.
El escuchar significa comprender profundamente la perspectiva del otro, sus emociones, preocupaciones, aspiraciones y expectativas… cuál es su visión del mundo.
Es una habilidad el comprender las necesidades de los distintos miembros, ya sean estudiantes, profesores o colaboradores.
No se trata solo de recolectar información, sino de fomentar un diálogo genuino que permita identificar el asunto y abordar los retos y metas que se pretendan.
La falta de esa habilidad se ha criticado mucho en las personas del ámbito político; la queja popular de que el candidato “escuchó” a los electores, prometió, pero al llegar al cargo… se olvida.
Es que no supo escuchar al pedir el voto. No tiene el valor de informar que hay muchas necesidades que no serán de su competencia, dejando una vaga promesa que llega a frustrar al elector.
Problema mayúsculo resulta cuando el político, ya en el poder, ha jurado públicamente que respetará y guardará las leyes que emanen de la Constitución y esta misma, y además, pide que “se lo demande” si no cumple…
Estas demandas no tienen más tribunal que el popular en su incredulidad y frustración.
Pero una paradoja surge cuando se trata de escuchar al líder o representativo político, porque el resultado es un exceso de cumplimiento a lo que se le ha “sugerido”, a costa de violar las disposiciones reglamentarias y “trabajar horas extra”.
Aquí estamos ante un extraordinario pero efímero escuchador… ¿O un complaciente servidor público?