Han transcurrido apenas 100 días desde que el mundo entero atestiguó la victoria electoral de Donald Trump, tiempo suficiente para constatar su voluntad de hacer realidad la desafiante retórica nacionalista de su campaña. Observamos una sociedad norteamericana todavía desconcertada y francamente polarizada, en algunos sectores convencida de las definiciones maniqueas asentadas por Trump y dispuestos a defenderlas y, por otro lado, a una ciudadanía consciente de que esta nueva visión atenta contra los valores democráticos que han edificado a su nación. Pero, indudablemente, son nuestros paisanos quienes están viviendo en carne propia el impacto más crudo de lo que la era Trump significa.
Es muy distinto hablar de cifras que pretenden ilustrar la situación que enfrentarán ahora nuestros migrantes, así desde la lejanía, que escucharlos de cerca, verlos a los ojos y ponernos por unos segundos en sus zapatos. Ese para mí fue el propósito central de haber participado en el foro Agenda Migrante. Una visión desde los connacionales, realizado hace un par de semanas en Phoenix, Arizona, en el que nos dimos cita varios legisladores, líderes de opinión, intelectuales, organizaciones de migrantes en Estados Unidos, así como funcionarios de la cancillería, Conapred y muchas voces de migrantes indocumentados —mujeres y hombres—, dreamers, madres y padres de familias migrantes, integrantes de la comunidad LGBT, abogados y líderes de organizaciones que, entre sollozos, coraje, angustia y sobre todo mucha incertidumbre, abrieron sus heridas para contarnos sus historias. Todos coincidieron en algo que quizás muchos aquí en México no teníamos claro: nuestros migrantes no quieren regresar a nuestro país. ¿A qué? Es el cuestionamiento constante.
Lo primero que salta a su mente es: “¿Qué va a pasar con nuestros hijos?” Si muchos de ellos no hablan bien el español, la gran mayoría ha tenido la posibilidad de recibir educación, acceder a becas y trabajar ganando un salario que les permite vivir dignamente e inclusive enviar dinero a sus familias en México. Algunos otros contaron que llevan más de 20 años allá, han llorado la muerte de sus propios padres sin haberse podido despedir, y piensan que no tienen motivos para regresar. Muchos otros sienten miedo de regresar a un país que ya no sienten suyo, temen la inseguridad, la falta de oportunidades para trabajar y acceder a un salario que les permita mantener a sus familias y les preocupa poder mandar a sus hijos a la escuela. Y por estos miedos lo han soportado todo.
Una madre indocumentada llamada Maricruz en su desesperación gritó: “¡Somos seres humanos. Estamos aquí por necesidad. Cada día nos han ido oprimiendo más!” Y es que Maricruz padeció en carne propia las medidas adoptadas contra los migrantes por varios años en el estado de Arizona con el periodo hostil del alguacil Joe Arpaio y la aplicación de la ley SB1070.
“Obama no nos dio nada”, dice Karina Ruiz, otra migrante residente en Arizona, y tiene toda la razón. De acuerdo con estimaciones del Paw Reserch Center, casi 3 millones de migrantes mexicanos fueron deportados durante los ocho años de la administración Obama, lo que representó más de 70% del total de las deportaciones, y más de los deportados por George W. Bush. Algo sumamente decepcionante de quien en campaña abanderaró, como una de sus principales propuestas, la concreción de una reforma migratoria integral.
Sin embargo, nos queda claro que lo peor aún está por venir. El mayor drama lo vivirán las miles de familias que quedarán separadas, miles de historias destruidas y de sueños rotos por las redadas que ya comenzaron a implementarse con gran dureza en los estados con mayor población migrante. Esta semana quedaron oficializadas las deportaciones inmediatas y la contratación de 15 mil agentes fronterizos más que expulsarán a nuestro país a cualquier migrante aunque no sea mexicano. Además, con las nuevas disposiciones ya no hace falta ser criminal para estar en la mira del ICE (policía migratoria), sino que cualquiera con un historial policial mínimo como infracciones de tránsito o por el simple hecho de ser indocumentado, se convierte automáticamente en deportable, recordemos que estamos hablando de 5.7 millones de mexicanos indocumentados.
Ante actos tan poco amistosos lo que nos toca es prepararnos y presionar por un acuerdo económico, pues estas medidas representarán un peso económico mayúsculo para México. Asimismo, esta situación nos urge a pensar creativamente en todos los recursos y capacidades que debemos poner en marcha para defender a nuestros migrantes. El país desde hace décadas está en deuda con ellos, y ahora nos toca darles la certeza de que si lo que quieren es luchar por quedarse, México pondrá todo a su alcance para defender sus derechos, de manera primordial para que sean tratados dignamente.
Es el momento de articular sinergias innovadoras para convertir lo que puede ser visto como una crisis humanitaria en una transformación social positiva para nuestro país. En este sentido, el gobierno de la República ha venido fortaleciendo acciones orientadas a apoyar el retorno de nuestros paisanos, como el programa Somos Mexicanos, que trabaja por repatriaciones más humanas, ordenadas y seguras, con una mejor coordinación interinstitucional.
También el programa de repatriación de la Secretaría del Trabajo, de forma automática, les integra al Servicio Nacional de Empleo y les otorga recursos a su llegada a México y también cuando llegan a su lugar de origen. Asimismo, la iniciativa de reforma a la Ley General de Educación presentada el 2 de febrero por el Presidente de la República, que actualmente se encuentra discutiéndose en el Senado, propone facilitar la revalidación de estudios realizados en el extranjero simplificando los requisitos.
Sin embargo, hace falta una gran red de apoyo a migrantes que involucre al sector empresarial para aprovechar a los talentos, a la mano de obra calificada que regresa, para poder apoyarlos con reinserción laboral estratégica. En el caso de las universidades y sociedad civil, no solo pueden apoyar con becas que faciliten la continuación de sus estudios, también necesitamos de su apoyo con programas de reinserción social a sus comunidades.
A estas acciones podemos sumar otras, como la propuesta surgida en el foro #AgendaMigrante, sobre contar con un registro único de migrantes deportados que les permita a las autoridades de los tres órdenes de gobierno facilitar su reinserción a través de la expedición inmediata de documentos oficiales y así permitir su acceso a programas de vivienda, educativos, de salud y emprendimiento, con esquemas especialmente diseñados para ellos.
Hoy México necesita de sus mejores talentos para reinventarse, para continuar con bríos renovados, la ruta hacia un México menos desigual y de mayores oportunidades para todos, donde se fortalezca nuestra economía interna desde la productividad, y donde tendamos nuevas y renovadas alianzas desde el respeto entre pares. Trabajando así les estaremos dando motivos para volver a esos miles y quizás millones que inminentemente regresarán, para que de ninguna manera sientan que lo han perdido todo. Tenemos enfrente un gran acicate que nos sirve para repensar el país que merecemos tener, y que nos impulsa a luchar por él.
*Abogada y diputada federal por Oaxaca