¿Cuál es la mayor amenaza en el mar?

  • Columna de Mariana Reyna
  • Mariana Reyna

Ciudad de México /

Un pez de media tonelada y casi seis metros de longitud rodea a los buzos que, en un semicírculo, lo fotografían sin parar. Él se mueve con tranquilidad, se acerca a las cámaras, las toca con su cabeza y comienza a nadar directo hacia una. El buzo detrás del lente ve cómo avanza hacia él un animal que es del mismo tamaño que una camioneta. El pez abre sus fauces, muestra sus dientes, pero no intenta siquiera hacerle daño.

Se trata de un gran tiburón martillo que se encuentra con el fotógrafo y conservacionista Jim Abernethy y su equipo. Ellos, como muchos interesados en la protección de los mares, comparten estos videos para dejar en evidencia que los humanos somos la verdadera amenaza y no al revés, como nos han hecho creer en las películas.

Estos tiburones no suelen ser un peligro para quienes tienen la fortuna de nadar a su lado. Esta es quizá la especie más fácil de reconocer, porque todos hemos visto alguna vez esa peculiar cabeza en forma de "T", que provoca al menos curiosidad y hasta ternura.

Gracias a esa cualidad anatómica, con los ojos en los extremos, tienen una vista panorámica que lo convierte en uno de los cazadores más hábiles. Migran estacionalmente por aguas cálidas y hemos encontrado algunos sitios propicios para su reproducción y el nacimiento de sus crías dentro del Golfo de California, al sur de Sinaloa, y en la costas de Michoacán y Chiapas, pero muchas de sus rutas a la siguiente parada son un misterio.

Los tiburones martillo o cornudas pertenecen a la familia Sphyrnidae. A simple vista pueden parecer todos iguales, pero esta familia tiene dos géneros (Sphyrna y Eusphyra) formados por 10 especies. Una fue descubierta apenas en 2013 y aún se sabe muy poco de ella: la Sphyrna gilberti.

Comparados con otros tiburones esta es una familia relativamente pequeña, pero con una amplia distribución; se localizan en casi todos océanos y viven en aguas poco profundas de hasta 300 metros.

Los hemos visto en películas, caricaturas o como mascotas de equipos deportivos; pero de la cultura popular a la realidad hay un gran salto. Y nuestra realidad es que este enigma marino está en peligro y no estamos haciendo lo suficiente para protegerlo. Peor que eso, nos lo estamos comiendo sin saberlo.

En los mares mexicanos podemos encontrar siete de las 10 especies que existen. Aquí su pesca no está prohibida y los mayores volúmenes de captura se registran en la zona noroeste, incluyendo el Golfo de California y la costa occidental de BC; en el Golfo de Tehuantepec tenemos al tiburón martillo común (Sphyrna lewini), la especie de mayor importancia en la pesquería artesanal.

Consumir productos del mar es positivo frente al resto de nuestras opciones, es la mejor proteína y la de menor impacto ambiental. No es casual que nuestro lema desde Oceana sea “salva a los océanos, alimenta al mundo”. Pero nuestra apuesta, como la de muchas organizaciones y millones de personas en el mundo, es el consumo sustentable que no agote los recursos que son vitales para la sobrevivencia.

Como consumidores, la clave está en la información que tenemos y que nos ayude a tomar decisiones responsables. Esto no es posible actualmente en México, no con las normas y leyes que nos rigen.


La mayor amenaza para los tiburones martillo es la pesca ilegal, la sobrepesca y la pesca incidental, es decir, cuando los métodos no impiden la captura de otras especies que no son las que buscamos. Hay vacíos de información vital, como el volumen real de poblaciones y de lo que realmente estamos pescando. Aún más, no hay información suficiente que garantice que eso que está en tu plato y vas a comer es en verdad la especie que te venden.

En 2019 publicamos dos informes como parte de la campaña #GatoXLiebre, en las que hicimos pruebas de ADN al pescado que compramos en supermercados, pescaderías y restaurantes. En 31 por cientos de los casos hubo sustitución de especies, y hallamos cinco especies de tiburones; en noviembre otro estudio reveló que 31.5 por ciento del bacalao que consumimos no lo es, y muchas veces también se trata de tiburones, especies amenazadas, incluido el tiburón martillo.

Estos tiburones se encuentran en la Lista Roja de la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) como especie amenazada, vulnerable y en peligro crítico. De las 10 especies, solo el tiburón cornuda cabeza de pala (Sphyrna tiburo), que nada en las aguas del Golfo de México y el Caribe, tiene una población estable que ronda los 4.5 millones de ejemplares. Del resto poco se sabe, incluso de la especie cornuda cuchara (Sphyrna media) se tiene tan poca información que no sabemos en qué nivel de amenaza sobrevive. Del resto de las especies sabemos que su población es decreciente, pero no mucho más. Y hay dos (el tiburón martillo común y el gran tiburón martillo) que se encuentran en peligro crítico, a unos pasos de la extinción. En México existe una norma oficial para la protección de nuestras especies, pero no incluye a ninguna especie de tiburón martillo.

La carne, piel y aceite de los tiburones puede aprovecharse, pero el mercado y las prácticas son voraces con nuestra riqueza marina. Se capturan sin asegurarnos de que su población está en buen estado, que se reproducen y crecen a un ritmo adecuado para preservarlos; ¿cuántos tiburones hay en nuestros mares? No existe una cifra exacta, pero tenemos la certeza de que cada día son menos. ¿Comerías una torta de bacalao que en realidad tiene carne de tiburón?, ¿comerías tiburón martillo sabiendo que cada día quedan menos y pueden desaparecer? De ahí la importancia de los esfuerzos de divulgación de Jim Abernethy que se esmera en demostrar que los tiburones no son una amenaza, nosotros somos el verdadero peligro bajo el mar.

*Científica de océanos y pesquerías en Oceana
@marcciana25 /@oceanamexico

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