Como cada año, este 8 de marzo se ha conmemorado el Día Internacional de la Mujer. Marchas, coloquios, performances, conferencias, multiplicidad de espacios de reflexión para dar visibilidad a los avances, pero también los desafíos aún por resolver.
Ciertamente, se puede afirmar que en la actualidad la mujer ha alcanzado espacios y poderes nunca antes vistos: como nunca los hubo antes en la época moderna de la humanidad.
Cabezas de empresa, congresistas, magistradas, emprendedoras, estudiantes y catedráticas en todos los ámbitos del saber son solo algunas de las nuevas facetas en donde el genio femenino se ha abierto paso con su propio impulso y a través de acciones afirmativas también.
Y es que, si como sociedad nos hemos fijado sistemas de cuotas para lograr una adecuada representatividad, lo es porque se trata de una aspiración legítima y una deuda histórica.
En las páginas de este diario hemos dado cuenta de la problemática contemporánea de la mujer, donde coexisten aún añejos incidentes, y también nuevos desafíos.
Quisiera agregar a la discusión la perniciosa objetivación de la mujer en los medios de comunicación, con fines de entretenimiento o publicidad, que genera un ambiente aún donde prevalecen condiciones que en los casos más graves desencadenan en situaciones de esclavización y trata.
No hay que dejar de lado que los avances de la ciencia y la tecnología han plantado las condiciones para avanzar en un estado de equidad entre hombres y mujeres, aunque paradójicamente, un actuar poco ético puede conducir a ampliar la brecha entre el bienestar y la marginación.
Conviene trabajar de la mano, en unidad hacia un mismo objetivo, para construir una sociedad más justa y más próspera todos los días, más allá de la conmemoración de un solo día. Es una tarea de largo aliento que solo puede ser duradera si se forja a diario.
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