Una de las ceremonias más simbólicas del viejo régimen político era la conmemoración del primero de mayo, Día Internacional del Trabajo, un ritual que a lo largo de los años se convirtió en un acto de sumisión y complicidad de viejos jerarcas sindicales con el poder y la simulación absoluta de la defensa de los derechos de los trabajadores.
A diferencia del periodo neoliberal, este primero de mayo sí hubo motivos y hechos contundentes para celebrar.
En menos de cuatro años, el salario mínimo ha recuperado 90 por ciento del poder adquisitivo que perdió en las últimas cuatro décadas, lo que sin duda tiene un impacto favorable para las familias más pobres del país y evitó que, durante el golpe económico de la pandemia, hubiéramos tenido escenas de hambre y marginación extrema. El aumento al salario no ha provocado inflación, como lo pregonaron durante muchos años los gobiernos anteriores.
La reforma laboral impulsada por nuestro Presidente democratizó la vida sindical, dándole el poder a los trabajadores de elegir con voto libre y secreto a sus dirigentes y, además, votar los contratos colectivos, lo que está terminando con los cacicazgos de muchos años y se garantiza la mejora en las condiciones de trabajo y los salarios.
Uno de los golpes mayores a los esquemas de abuso y fraude a la ley en contra de la clase trabajadora fue la eliminación de los esquemas de outsourcing, que evitaba el acceso de los trabajadores a la estabilidad, la antigüedad y la seguridad social y permitía a las empresas evadir miles de millones de pesos de obligaciones laborales, fiscales y reparto de utilidades.
El empleo formal ha crecido en más de 3 millones y el reparto de utilidades se duplicó gracias a la desaparición de estos esquemas perversos de subcontratación.
En febrero del 2020, antes de la pandemia, el IMSS tenía registrado poco más de 20.6 millones de empleos, en marzo de este año la cifra es de 21.8 millones, un máximo histórico; se ha dejado atrás la pérdida que se tuvo con el covid y el salario base de cotización también registra un pico histórico. Es decir, tenemos más empleos y mejor pagados, como nunca antes.
Además de lo anterior, y como un merecido reconocimiento, los trabajadores tendrán derecho a 12 días de vacaciones, hasta alcanzar progresivamente 20 días en los próximos 4 años, gracias a una reforma impulsada por los grupos parlamentarios de Morena.
Para los neoliberales, los trabajadores representaban una masa que podían explotar a nombre de la estabilidad y la productividad y utilizarla con fines electorales. Hoy las y los trabajadores son reconocidos dignamente como la fuerza que mueve a nuestra economía y a la transformación histórica que vive nuestro país.