Durante muchas décadas se dijo que cuando a la economía de EU le daba un resfriado, a la economía mexicana le daba pulmonía.
La semana pasada vivimos una historia completamente diferente. Mientras que en el sistema financiero de Estados Unidos prevalecían caras largas ante la incertidumbre desatada por la quiebra de tres bancos, en Mérida los banqueros mexicanos estaban de manteles largos en su Convención Anual, celebrando la cifra récord de utilidades de 2022, más de 236 mil millones de pesos.
Quién iba a pensar que el grupo de empresarios históricamente más escéptico y reticente al proyecto del hoy presidente, Andrés Manuel López Obrador, terminara reconociendo que las políticas del gobierno actual, basadas en la disciplina fiscal, la certidumbre en el marco regulatorio, el no aumento de impuestos y el bajo nivel de endeudamiento público, han generado condiciones de gran fortaleza para nuestra moneda y para todo el sistema financiero.
Estas medidas nos han blindado ante la turbulencia actual de nuestro vecino del norte y también nos han hecho crecer en 2022 por encima de ellos, a pesar del golpe que representó el covid-19 para la economía de México y de todo el mundo.
Tenemos un futuro promisorio. El reto es ahora para la banca mexicana, primero para que termine de confiar en que los gobiernos de izquierda son responsables, y segundo, a no depender tanto de la intermediación financiera y del cobro de comisiones, y mejor se comprometan a contribuir de manera más directa al financiamiento del desarrollo de nuestro país, especialmente en el sector de pequeñas y medianas empresas, en negocios de tecnología e innovación, y en las grandes oportunidades que se están generando por la guerra comercial de China con EU y la guerra de Rusia con Ucrania.
Qué razón ha tenido siempre nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador que por el bien de todos, incluyendo a los de arriba, primero los pobres.