Así que plaga ¿Eh?

  • Columna de Martha Isabel Parra
  • Martha Isabel Parra

Ciudad de México /

“Las madres solteras son una la plaga”. Es lo que dice el Arzobispo de Xalapa Veracruz, Hipólito Reyes Larios a las mujeres que somos madres solteras. No lo quisiera conocer. Por cosas como éstas, nos alejamos de la Iglesia las católicas.

Empiezo por darles la definición de plaga: Colonia de organismos animales que ataca y destruye los cultivos y las plantas. Daño o desgracia que afecta a gran parte de una población y que causa un perjuicio grave. Y hoy, en opinión de un alto representante de la Iglesia Católica, las mujeres que tenemos hijos sin casarnos somos eso, un daño o una desgracia para la población. Yo si le quiero decir unas cuantas cosas:

Primero: Que la que suscribe, soy una madre soltera de tres jovencitas, una de ellas que estudia su carrera en el ITESO, una Universidad Católica, y las otras dos más pequeñas, que también han hecho sus estudios en colegios católicos y todo ello gracias al gran esfuerzo de su madre soltera. Que para ellas, le aseguro, no soy una desgracia, sino el pilar de ese hogar que he forjado con grandes esfuerzos y desvelos, y con más valores de los que usted se puede imaginar. Donde he inculcado, hacer el bien, encomendarse a Dios cada mañana, apoyar al desvalido, cuidar el medio ambiente, amar a los animales, amar al prójimo, respetar a las personas mayores, ser tolerantes, ser honestos, jamás tomar algo ajeno, no lastimar a nadie, no ejercer la violencia, compartir lo que tenemos, no discriminar, participar en sociedad, ser buenas personas, buenas hijas, buenas hermanas, y buenas ciudadanas, y que si se casan, sean buenas esposas, y si no lo hacen y desean ser madres, pues que sean las mejores mamás. Lo que no les dije a mis hijas, pero es una buena oportunidad para que lo sepan, es que aún quedan en la sociedad mexicana y dentro de la Iglesia Católica, mentes retrógradas que siguen pensando como el cura Hipólito, que somos una desgracia para la sociedad.

¡Qué pena!

Segundo: Que las mujeres que no tuvimos la fortuna de contar con un buen esposo que nos apoye en la educación y manutención de los hijos, por la razón que sea. Le aseguro, Padre Hipólito, que Dios ama igual a sus hijas madres solteras, que a sus hijos homosexuales, e incluso a los sacerdotes pederastas que abusan de pequeños inocentes y que ni a unas ni a otros considera plaga o desgracia para la humanidad.

Las mujeres solas, padre Hipólito, sí somos capaces de llenar el hueco del papá. Está más que comprobado. Podemos ejercer los dos roles a la vez, y dar amor, ternura, tiempo y espacio a los hijos mientras los mantenemos y los educamos. Somos madres y el amor de madre nos mueve, nos desvelamos y nos desmañanamos para cumplirles en todo y para que nada les falte, y lo conseguimos. Por lo tanto, lo menos que esperamos es la descalificación de nuestra sociedad, y de nuestra Iglesia, porque aunque no le guste, somos parte de esta sociedad y muchas, la mayoría, somos católicas bautizadas y todo eso.

En todo caso, padre Hipólito, y aunque se que Dios perdona todo, incluso a los padres pederastas, yo si diría que la desgracia de la Iglesia Católica son esos sacerdotes que agarran a niños inocentes para desfogar sus necesidades sexuales, en una desviación por demás dañina. Esos niños que son abusados por sacerdotes, quedan marcados de por vida, con un trauma que difícilmente superarán. El abuso sexual a menores es un daño real y un delito por el que se tiene que pagar.

El ser madre soltera, padre Hipólito, no es un daño para nadie, no es una desgracia, es simplemente una circunstancia que nos tocó vivir a algunas. Que no daña a nadie, que al contrario, nos convierte en mujeres superdotadas. Es una circunstancia de la vida a la que llegamos por amor. Por amor al hombre que en su momento fue nuestra pareja y con quien procreamos a los hijos en la soltería, pero sobre todo por amor a los hijos, porque cuando nos supimos embarazadas y solteras, preferimos parirlos, y nunca pensamos en el aborto. Y el amor, padre Hipólito no puede ser una desgracia, ni una plaga ni mucho menos. Pregúnteselo a Dios.

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