Ensimismados en un discurso del presente se ha desechado cualquier asomo de lógica hacia el futuro. El desprecio al entendimiento de los elementos más básicos de la democracia rompió el límite desde el cual se puede sostener cualquier proyecto cívico. Queda así sortear el impositivo, distante de toda calidad política.
El entorno impulsado desde Palacio nos transformó en espectadores del deterioro sin siquiera su consenso. Su fomento a la mentira pervirtió los parámetros de la vida pública. No, no hay ejército cuya función sea construir democracia. Parecería obvio, pero en México perdimos hasta esa noción mínima. Otra vez una cadena de complicidades alimenta la renuencia a dimensionar el descalabro: medios abdicando de su labor pedagógica, redes, altos funcionarios; las peores caras del partidismo, con su pasado fácilmente chantajeable. La justicia como canica transaccional. El rechazo a las recomendaciones internacionales.
A las Fuerzas Armadas se les lleva a la subordinación civil porque su naturaleza de obediencia y verticalidad es ajena a las inquietudes democráticas. Deben ser un instrumento de la República contenido por la ley, hoy tergiversada. Con la dependencia creada por el poder civil a los militares, la relación de fuerzas cambió de sentido.
La extendida participación del ejército en tareas de seguridad pública no es sólo refrendo a una estrategia fallida, es el cambio estructural a la aspiración de un Estado democrático. Argumentando controles parlamentarios de probada ineficacia se terminó de institucionalizar la simulación legislativa. Comparsa de la indiferencia del poder Judicial y su nula voluntad por resolver inconstitucionalidades.
Esta semana se vulneraron nuevos contenedores de las pulsiones autoritarias: la negación de pruebas a la vista sobre el espionaje castrense, el ataque del Ejecutivo a quien le cuestionó con evidencia la ilegalidad uniformada, la entrega del control migratorio, la opacidad de los generales y, sobre todo, la anuencia de un sector de la población a estructuras capaces de inmiscuirse en la vida privada de los ciudadanos y cometer delitos con impunidad.
Toda conversión autoritaria ha seguido estos pasos. No somos originales.
Maruan Soto Antaki