Notas sobre la brutalidad

Ciudad de México /

No hay ningún orden cuando los usos y las formas de las fuerzas del Estado se parecen demasiado a la brutalidad de los criminales. Hay selva y entrega a las lógicas de lo primario.

La brutalidad es el punto máximo del deterioro que pasa por alto los límites de cualquier intento civilizatorio. En México hicimos habitual la cercanía con los extremos y llegamos a ser incapaces de distinguirlos.

Supongo que en los códigos de la frivolidad es muy democrático hablar de una sucesión adelantada, mientras en Nuevo Laredo la violencia de las Fuerzas Armadas muestra una vez más lo que provoca nuestro diseño institucional. Militares disparan a quien tienen sometido, militares mueven las armas de una escena a conveniencia de su relato.

Brutalidad es lo opaco en las muertes a causa de la guerra contra el narcotráfico; la cifra de homicidios que sólo se incrementa; la defensa irrestricta del fanatismo a toda sinrazón con tal de reforzar sus fueros identitarios.

No estoy seguro de que exista un extravío cuando la brújula lleva descompuesta tanto tiempo. La brutalidad es una atmósfera políticamente redituable.

Evitamos la correlación de políticas con los hechos. Las disociamos de la violencia. Nos sumergimos en la falta de legalidad y el entusiasmo electoral del oficialismo —¿si sabemos que hay tiempos específicos para las campañas?—.

La atención está puesta en quienes quieren seguir la estrategia que permite la brutalidad, por definición excesiva. No, no hay brutalidades chiquitas.

Cuando la pena de muerte tiene aberrantes signos de popularidad, no sorprende la aceptación a las ejecuciones extrajudiciales a manos de soldados. “En cinismo y vulgaridad, la jerga de los verdugos no desmerece en nada a la de los delincuentes”, escribió a mediados del XX Just Béla, un autor húngaro olvidado.

Las fuerzas armadas han sido sepultureras incansables de la verdad. Donde las políticas públicas son más parecidas a la administración de la delincuencia que a la de un Estado, es medianamente normal que sus uniformados se comporten como criminales para combatirlos.

El nivel de irresponsabilidad llegó a su cumbre con la idea de que nombrarse un posible sucesor a la silla presidencial elimina toda complicidad. 


  • Maruan Soto Antaki
  • Escritor mexicano. Autor de novelas y ensayos. Ha vivido en Nicaragua, España, Libia, Siria y México. Colabora con distintos medios mexicanos e internacionales donde trata temas relacionados con Medio Oriente, cultura, política, filosofía y religión.
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