Uno de los grandes errores de este país ha sido creer que sólo la forma violenta del autoritarismo es causa de preocupación. Hay un autoritarismo popular que pocas regiones han perfeccionado como la nuestra, por medio del ascenso al poder con elecciones.
La reforma política al Estado mexicano, vestida de reforma judicial; la entrega de la Guardia Nacional a la Defensa, fuero militar incluido, con su tradicional opacidad y la extensión de la prisión preventiva oficiosa, deben verse en conjunto para evitar la relativización. Las reformas constitucionales entregan el diseño de un país que ninguna honestidad intelectual puede llamar un sistema democrático.
La manipulación ya había hecho civiles a soldados, culpables a las presunciones. Ahora vendrán más. ¿Si a todo el país le encarcelamos por algo ya seremos uno seguro?
La mayoría de los proyectos autoritarios buscan un dominio absoluto de lo que ocurre. El modelo mexicano de autoritarismo no es un proyecto para controlar la realidad, sino para negarla.
La violencia en Sinaloa no existe como tampoco lo hizo en Chiapas. La condescendencia sustituye nociones de emergencia. Llamado al buen comportamiento de los delincuentes y a encerrarse en Culiacán para salvar la vida.
El país invivible por su violencia es indisociable de políticas enfocadas en una retórica de falsa seguridad a manos de militares, a los cuales se les amplió el poder de la ineficacia prevista. Desprecio por el aprendizaje y las recomendaciones de un esquema con atención a lo local, civil.
El general de tres estrellas a cargo de la Tercera Zona Militar reconoce que la tranquilidad depende de los criminales en verdadero control del territorio. Ese es el resultado de un autoritarismo popular; arenga contenta con el despotismo retórico de efectos prácticos, inútil en salud, seguridad, educación y el resto de las obligaciones del Estado, incluyendo cuidar los contenedores republicanos.
Hoy es un autoritarismo mediocre, afortunadamente, aún. La concentración de poder es alerta suficiente bajo cualquier parámetro democrático, aunque a más de una voz pública le parezca un riesgo aceptable. El cretinismo está de moda.
El país de hoy y el de octubre no serán distintos.