Las sociedades cuentan con un piso mínimo de disfuncionalidad a través del cual pueden aspirar a contener sus muy distintas facetas de desorden. Cuando se rompe el piso de lo disfuncional, aparecen nuevos rostros del caos; estos cuatro años, Medio Oriente conoció las formas de un caos que aumentaron su fragilidad.
La opinión vaporosa insiste en que todos los washingtons son iguales, pero fue nuevo el Muslimban, veto de viaje a provenientes de países musulmanes. La imposibilidad de soluciones se asentó en la retirada del acuerdo nuclear con Irán y el establecimiento de la embajada estadounidense en Jerusalén. Nada fue igual en el ataque contra el general Soleimani.
Al respaldo habitual a Riad, Estados Unidos sumó apoyo logístico, de inteligencia y militar en la guerra del príncipe heredero saudí en Yemen. La pantomima del acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos fue todo menos la ilusión de Oslo en 1993. Desde las peores cualidades de Estados Unidos y del mundo árabe se quiso vender un acuerdo de paz entre países que nunca estuvieron en guerra.
Quien se conformó con Washington sin iniciar otro Afganistán, ignoró cuatro años de desprecio a las consecuencias. La entrega de Siria a Moscú sigue cobrando vidas. Con Trump, Medio Oriente fue un Ítaca inverso en el que el viaje no valió la pena al estancarse en el aletargamiento de los conflictos.
Sin darle demasiada importancia a desplantes locales, el periodo Biden tiene una lectura en código medio oriental. La falsedad de las apariencias se asoma de vuelta con Arabia Saudita y con Israel, pero ésta hace otros daños que la estridencia. Quizá inferiores.
Erdogan respira con tranquilidad. Emiratos y el reino saudí están perdiendo su aliado bipolar contra Turquía. Para Ankara, las prioridades internas de Estados Unidos —como el control de la pandemia— le permitirán adentrarse aún más en Libia y en Siria.
A los internacionalistas les gusta hablar de reacomodo de zonas de influencia. Ese discurso permeó en los últimos cuatro años. Permitió ignorar lo que aprovechó Trump: nuestra vocación autodestructiva como elemento cultural de coexistencia.
En Medio Oriente son menores los riesgos de la hipocresía que los del cinismo.
@_Maruan