Esther Seligson y las mujeres en el FCE

Ciudad de México /
Esther Seligson. Narrativa reunida. Prólogo de Geney Beltrán. Fondo de Cultura Económica. México, 2024.

El año concluye y salen las listas de los mejores libros. Estas no son del todo confiables, pues a ciertos autores les da por otorgar menciones honoríficas a sus amigos y entonces el listado se convierte más en un convivio navideño que en una revisión con sustento crítico. Generosidad de la temporada, podría llamarse. No obstante, quise seleccionar un libro que fuera emblemático de un escritor mexicano en este 2025 que culmina, del género que fuera. Es la Narrativa reunida de Esther Seligson.

Las editoriales comerciales han reducido la oportunidad de darle espacio a libros que valen más por su calidad que por sus ventas, prefieren no arriesgar e irse a lo seguro. Eso no significa que exista un panorama desolador, pero sí una reducción considerable de opciones; y si a ello se suma que la mayoría de esos títulos pertenecen a autores de otras latitudes, quedarían menos libros por nombrar. Por suerte, no todo se remite a esa visión propia de la mercadotecnia. Subsisten las editoriales universitarias y los libros que son editados por el Estado que, desde su trinchera, pueden aspirar a publicar con criterios más amplios y menos reduccionistas. Aunque siempre está el riesgo latente de que su enfoque se limite y se llene de compromisos personales; el editor que no responde a intereses comerciales deberá conservar una línea más incluyente y, al mismo tiempo, mostrar un catálogo representativo de una sólida literatura mexicana.

Este año, paradójicamente, pese a los comentarios sobre la literatura escrita por mujeres que emitió el director del Fondo de Cultura Económica, el libro en donde se recopiló la narrativa completa de Esther Seligson vino a ser valioso para quienes buscamos que la literatura no sólo cuente con temáticas encomiables, sino que también esté bien escrita. Seligson al igual que Elena Garro, Nellie Campobello, Rosario Castellanos, Amparo Dávila, Josefina Vicens, María Luisa La China Mendoza, son autoras que deberían editarse constantemente para que las nuevas generaciones las conozcan.

¿Qué podría llamarles la atención a los jóvenes en las letras de Seligson? El estilo que posee al hablar de ella misma, al frecuentar el ensayo literario en conjunción con las memorias, el diario personal, lo íntimo. ¿Cuántas veces se nos dijo que como mujeres no importaba lo que pensábamos, lo que sentíamos y menos lo que escribíamos? Desde la marginalidad, más no desde el conformismo, emergió la literatura escrita por mujeres. No está demás mencionar el camino recorrido tanto por Virginia Woolf como por Simone de Beauvoir, referentes seligsonianos. La escritora mexicana de ascendencia judía elabora introspecciones de distintas épocas de su vida, como si hiciera profundas exploraciones a las capas de la corteza terrestre. Acaso su escritura puede dividirse en placas tectónicas que se desplazan lentamente, y que pueden chocar entre sí causando grandes terremotos, volcanes y hasta formación de montañas.

El movimiento de las placas tectónicas es, precisamente, lo que remite a la fuerza y rebeldía en lo escrito por Seligson. Es una fuerza que atiende más al conflicto que existe desde la esencia de la literatura, a lo que Aristóteles aportó al sentar las bases en su Poética y definió en la trama (mythos) como elemento crucial de una historia. Los temas que aborda Seligson sostienen una mirada en retrospectiva que guarda una relación con la antigüedad y la incorporación de mitos. Desfilan en su prosa asuntos como el honor, la gloria, el destino y la intervención divina, que impulsan la acción y los obstáculos a superar por parte de los personajes o de ella misma. Esto impregnado por cuestionamientos que lanza a la religión judía, a la católica y, en medio de un acercamiento amoroso —pleno— al budismo. A esa lista de temas habría que añadir asuntos como el amor y el desamor, la venganza y la ternura, la celebración por la vida y la compleja tarea de cómo sobrellevar un duelo, porque tal vez nuestro ir y venir por el mundo nos prepara para enfrentar muchas cosas, menos la pérdida de un hijo, como le sucedió a ella.

¿Por qué me refiero a placas tectónicas? Porque, como lectores, resulta inevitable no salir con una sacudida de alma una vez que hemos deambulado por sus páginas. Hay a quienes les incomoda leerla por esa razón, la miran como una interferencia a su zona de confort, a sus limitaciones y escaso conocimiento que cuentan de sí mismos. Esa zarandeada no la aguantan, luego prefieren cobijarse en los convencionalismos y seguir hablando de las escritoras a las que se refieren mucho. Esa incomodidad a flor de piel, porosa, profunda, es probable que no sólo sea un hallazgo sino una cicatriz, un isomorfismo, para usar sus palabras.

Pletórica de cicatrices, la prosa seligsoniana fluye con soltura, libertad y pensamiento crítico. Parece que no hay gozo sin reflexión, sin el recordatorio de que la vida se nos va, y con ella el tiempo, las complicidades, los recuerdos, la salud, la respiración.

El libro tiene fecha de 2024, pero comenzó a circular en 2025. Habría que tomar en cuenta que los tiempos de producción y distribución editorial en el Fondo de Cultura Económica son otros. El volumen no existiría sin la insistencia de Geney Beltrán, compilador de la obra, quien se ha encargado de que las letras de Seligson no queden sepultadas en el olvido. Y, claro está, por haberle dado luz verde al proyecto en el comité editorial o las altas esferas de poder de dicha institución.

Beltrán muestra un interesante prólogo, en donde se detecta a un gran conocedor de su maestra y amiga, Esther Seligson. Ordena la obra con un criterio que va de lo más reciente a lo publicado años atrás, a veces en sentido cronológico y otras no tanto. Esto puede obedecer a dos posibilidades: que la propia autora, años atrás, le especificara este criterio al haberlo dejado como albacea literario o que él decidiera un acomodo descendente. Sin embargo, la fuerza de las placas tectónicas reside en Tras la ventana un árbol (1969); Otros son los sueños (1973); Luz de dos (1978) con el sorprendente relato de influencia tariana “Por el monte hacia el mar”; De sueños, presagios y otras voces (1978); Sed de mar (1987), la reivindicación de Penélope desde una perspectiva feminista; Indicios y quimeras (1989), en un franco homenaje a la narrativa delicada y tenaz de Yourcenar; Hebras (1996), con “Luciérnagas en Nueva York”, un ejemplo de que la ternura también puede encontrar espacio en su escritura; algunas de sus Cicatrices (2009) y reminiscencias de escritura fragmentaria; y Todo aquí es polvo (2010), propiamente sus memorias.

“Difícil dar con la palabra justa, escrupulosa, veraz, a fuerza de tanto velo, máscara, sudario, atrofia, ruido, ruido sin tregua, cascarón impropio, demasiadas palabras, y aunque de poco valga protestar me indigno color de uva prieta, me resisto a cambiar de tema, a suavizar mi enojo, a reconciliar mi duelo”, escribe Seligson.

No estoy para defender lo indefendible, ni para hacer una labor de traducción a lo que en realidad quiso decir el director del FCE. Paradójica situación, lo reitero. El mejor libro de este año, publicado por la editorial del Estado, pese a las aguas pantanosas que salpican a la escritura hecha por mujeres, es la Narrativa reunida de Seligson. Atípica, lúcida, sugerente y atroz que, tras años de distancia, circula de nuevo entre nosotros.


  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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