Además de buenas hechuras literarias, en la nueva novela de Sealtiel Alatriste (Ciudad de México, 1949), Demonios de la culpa, se contiene mucho de la historia social y política de este país ejemplo de que las cosas pueden cambiar.
Basta el no dudar, como le aconsejaría un experimentado torero al nervioso aprendiz, principio que irán asumiendo uno a uno los intrincados personajes de esta historia de familia, y así desenmarañarse de un destino no decidido por ellos.
Son muchas las páginas de Demonios de la culpa.
Mucha la introspección de sus personajes (dos pares de hermanos, Armando y Raúl; Josefina y Gladys), quienes caminando en la Ciudad de México de finales de los 40 y hasta recién iniciados los 60 desplegarán ante el lector una especie de rencores sordos, cobijados con una trama de búsqueda del éxito económico y el amor y las pasiones que ambos suelen concebir.
Estos hermanos, los Esponda, arribarán a una ciudad cada vez más cosmopolita para fincarse un futuro en las ramas comerciales (solo inicialmente lícitas) y casarse con las Antuñano: telón de fondo el barrio de La Merced, el sitio más populoso, pero donde conviven todas las clases sociales.
Éste el escenario de la nueva novela de Alatriste, un ser soberbio, frío, que aceptaba el cariño o el desprecio de las personas que caminaban por sus calles sin que ningún sentimiento lo tocara, sin que lo halagara o lo hiriera lo que sentían por él. Una ciudad al rojo vivo.
Ciudad que de tan candente (la llegada de los licenciados, el desarrollo estabilizador, el milagro mexicano, la noche interminable) será el espacio más propicio para el destino de sus personajes, siempre alimentado con la materia prima de sus deseos. El Waikiki, La Lagunilla, la Antigua Escuela de Medicina, El Nivel, Tepito, la Plaza México, La Merced… y el surgimiento de una epidemia con la que había que lidiar.
Esto es, resumiendo, el cólera morbo que exigirá a las autoridades sanitarias a decretar un confinamiento obligatorio (cualquier semejanza con situaciones futuras es mera coincidencia). Era difícil describir la hondura del silencio que cayó sobre las calles en esos días estivales, cuando lo peor llegó con la lluvia, pues las banqueras se encharcaron convirtiéndose en caldo de cultivo para los bichos que producían la enfermedad.
El grado de descomposición emocional de cada uno de los personajes, el diablo sólo tienta a aquel con quien ya cuenta, y acicateado a un tiempo por la cercanía de sus relaciones, llevará la historia a la ciudad ¿norteamericana? de Los Ángeles, donde unos irán en busca de otros venganza en mano, para que el lector atestigüe tal vez las primeras acciones de ese flagelo llamado narcodelincuencia, vigente en nuestros días.
Robo, engaño, infidelidad, mentira, coraje, rencor, suerte… habitarán las páginas de Demonios de la culpa, demasiadas páginas que, en voz del narrador, cuya identidad descubriremos hasta el final de la lectura, no hacen sino recordar cómo era entonces nuestro país (su distrito federal) y hasta la tragedia humana que habla de lo que podemos ser capaces los hombres para recuperar a nuestro padre.
Otras novelas de Sealtiel Alatriste: Por vivir en quinto patio, Quien sepa de amores, Verdad de amor, En defensa de la envidia, Besos pintados de carmín, Conjura en la Arcadia, Cicatrices de la memoria.