En el consolidado itinerario de un escritor diez cuentos pudieran significar poco.
O mucho, siempre desde el punto de vista que se observen.
Para el caso del norteamericano Richard Ford (1944), los contenidos en su nuevo libro, Lamento lo ocurrido, bien podrían llevarnos a hablar del epítome de una obra que viene de lejos.
Algo así como cuarenta y tantos años de que el lector hispanoamericano pudo acceder a una obra en construcción, preferentemente novelística, reconocida por el común de las personas, la crítica y los premios de distintas lenguas.
Bien se recuerda la serie de novelas donde el periodista deportivo Frank Bascome busca mejores días. Siempre a contracorriente de una cotidianidad poblada de adversidades, a su vez calca de la vida contemporánea norteamericana.
Novelas, El periodista deportivo, El día de la Independencia y Acción de gracias, que algo de autobiográficas tienen, fórmula que el autor antepone a su entendimiento de la literatura (al margen de los volúmenes Mi madre y Entre ellos, panorámicas de sus padres casi dictadas línea a línea desde el subconsciente).
Ahora, en Lamento lo ocurrido, Ford vuelve a la narración corta y con ella a esa permanente búsqueda de la serenidad que se manifiesta en toda su obra, ya sea desde la narración omnisciente, en primera persona y, especialmente, desde la voz y las pulsiones de los personajes. “Uno se convierte en alguien diferente en el proceso”, escribe el novelista en Canadá.
Difícil quedarse con uno de estos diez nuevos relatos, Sorry Your Trouble, publicados en “primicia mundial” por Anagrama, y es quizás el último, “Perder los papeles”, el que resume la prosa fordiana, reconocida y alentada, tiempo atrás, nada menos que por uno de sus grandes constructores del cuento norteamericano, el realista sucio Raymond Carver.
“Perder los papeles” cuenta un pasaje de la vida de Peter Boyce, “un hombre libresco sin esa inteligencia que a veces resulta una carga”, ajustado a la etapa del suicidio de su esposa, Mae, “la sonrisa desapareció de sus rasgos”, y justo cuando se cumplen dos años de la pérdida.
Con referentes a La señora Dalloway, de Virginia Woolf, el relato desemboca en el encuentro de Peter con Jenna, una joven desaliñada que nunca miente, en un bar de la costa este norteamericana, donde se escucha a Sinatra cantar south of the border, down Mexico way, uno más de los guiños a este país en la obra de Ford (por no hablar de La última oportunidad, casi una novela mexicana). “Nunca miento. Ojalá pudiera”, dice la chica. “Probablemente por eso me llevo bien con los animales. Ellos no mienten”.
“Cosas que pasan” —siempre así en la narrativa de Ford—. No como fantasmas, sino como ahora. Ensamblados de ese modo. Nada terrible”